Hubo varias Guerras Civiles en Castilla durante la Baja Edad Media y principios de la Moderna. Todas por cuestiones sucesorias. La primera fue la que enfrentó a Pedro "El Cruel" con su medio hermano Enrique de Trastámara (posiblemente la más conocida, recordemos aquello de "ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor"); la segunda, entre Enrique IV "El Impotente" contra su también medio hermano Alfonso; y la que nos interesa: Isabel I "La Católica", contra su sobrina Juana, apodada "La Beltraneja", guerra que se extendió entre 1475 y1479.
El "Alferez" de Isabel la Católica, luciendo el pendón de Castilla y León.
Esta contienda (conocida también como "Guerra de Sucesión de Castilla"), comenzó por el apoyo de varios nobles castellanos a la hija de Enrique IV, Juana, que había sido apartada de la sucesión por el "Pacto de los Toros de Guisando". Se rumoreaba que Juana, no era realmente hija de Enrique, sino de su valido, Beltrán de la Cueva, de ahí que recibiera el mote de "La Beltraneja" y de ahí, que gran parte de la nobleza no la admitiese como futura reina, prefiriendo a la hermana de Enrique, Isabel.
La guerra alcanzó cierta nota de "internacionalidad" por el apoyo de Portugal y Francia a Juana y de Aragón a Isabel. Portugal apoyó a Juana desde que su rey, Alfonso V contrajo matrimonio con ella en 1475 pensando convertirse en rey de Castilla; Francia la apoyaba debido a sus intereses en Nápoles, ya que desde 1469 Isabel estaba casada con Fernando de Aragón, a la sazón, heredero del trono aragonés y con derechos sucesorios a la corona de Nápoles, no interesaba a los franceses una victoria de Isabel que significaría el afianzamiento de la unión de las coronas castellana y aragonesa, como realmente ocurrió para desgracia de las intenciones francesas. Aunque no fue hasta 1504 (mismo año del fallecimiento de Isabel) que Fernando era coronado Rey de Nápoles.
La Guerra acabó con el tratado de Alcaçovas, por el que Juana perdía definitivamente su derecho al trono y se retiraba de por vida a Portugal.
El interés de este conflicto para los aficionados a la historia del armamento militar, radica en que fue la época en que la caballería se acorazó hasta el paroxismo. En la carrera entre las armas ofensivas de la infantería y la protección frente a ellas por parte de los caballeros, las armaduras se reforzaron llegando algunas de ellas a pesar más de 30 kilos. Los caballos igualmente se recubrieron de "bardas" metálicas.
Obsérvese que por debajo de la gualdrapa de tela, se aprecia la protección de acero.
Esto naturalmente, valía para los caballeros nobles de alto poder adquisitivo, ya que una armadura completa para jinete y caballo podía valer una fortuna. Los jinetes de las "mesnadas" que acompañaban a los caballeros, debían conformarse con un peto y un casco en el mejor de los casos.
La "carrera" a la que hemos hecho mención, fue una pugna perdida por la caballería. Primero los piqueros suizos, después el "arco largo" inglés, y por último la terrible evolución del arma de fuego portátil, acabó con la supremacía de los caballeros en el campo de batalla. En siglos posteriores, la infantería sería la parte principal de los ejércitos y sería apoyada por la caballería, al contrario de lo que había sido normal en el pasado medieval.
Durante esta época, los "cascos" se diversificaron enormemente. Los que aquí arriba podemos ver, son de izquierda a derecha: una "celada", una "barbuta" y un "almete".
Detalle para aclarar el tamaño de la figura. La foto está tomada con la miniatura pegada al bote donde "aguanta" el proceso de pintura y barnizado, para evitar tocarla directamente con las manos. En este momento, sólo quedaba ponerle su peana y preparar "el terreno".
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Las figuras, de "Venexia Miniatures", marca italiana, como su nombre indica, en 28mm.
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