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Tercios Españoles - Artillería - S. XVII


A principios del siglo XVII la artillería de los Tercios contaba con una variedad de piezas tan numerosa como confusa: culebrinas, falconetes, serpentines, cañones, trabucantes... añádase a esto las diferencias de calibres entre armas del mismo tipo, que impedía a veces que dos piezas operando juntas pudiesen intercambiar munición si a una de ellas se le agotaban, y tendremos una imagen aproximada del caos en que se encontraba el arma.


Para acabar con ese estado de cosas, Felipe III, por consejo de Cristóbal Lechuga (1556-1622), capitán de los Tercios e ingeniero militar, dispuso que en lo sucesivo, únicamente se fundiesen: cañones de batería, medios cañones, cuartos de cañón y cañones de campaña. Cada uno de estos tipos con unos calibres y pesos de bala reglamentados.

El oficial artillero. Los oficiales españoles solían identificarse por un fajín rojo; 
en ocasiones, una "banda". Esto era común para todas las armas.

Para desplazar las piezas eran necesarios veinte caballos si el tiempo era bueno y el suelo estaba seco. En caso de terrenos embarrados, se necesitaban treinta animales. Un carro cargado con cincuenta balas de cañón precisaba de ocho caballos. Estos datos dan idea de lo complicado (y caro) que era mover cañones en esta época y dejan claro por qué se usaban preferentemente en acciones de asedio.


El alcance de estos cañones variaba entre uno y dos kilómetros. Vemos aquí a los sirvientes del cañón, que entre disparo y disparo, debían introducir por la boca de fuego una baqueta con un trapo húmedo para apagar posibles chispas restantes del disparo anterior, cargar la pólvora, apelmazarla y colocar la bala; mientras tanto, el "oído" del cañón, en la parte trasera, debía ser "cebado" con un poco de pólvora, y por último, acercarle un tizón para hacer fuego. El cañón al disparar sufría un violento retroceso de cuatro o cinco metros.  Varios artilleros que no anduvieron "listos" para apartarse a tiempo, sufrieron fracturas en brazos o piernas, causadas por su propio cañón. Después del retroceso, había que empujar el arma hasta que ocupase de nuevo su debido emplazamiento; y vuelta a empezar. No es de extrañar que la cadencia de tiro, no superase los diez o quince disparos por hora, en función de la pericia de los artilleros. 


Se comienza en este siglo XVII a utilizar balas explosivas, las cuales estaban dotadas de una mecha lenta que debía ser encendida antes de cargarla en el cañón. Con este procedimiento se conseguía causar mucho más daño en las formaciones cerradas de infantería enemiga que con el sistema antiguo, que consistía en disparar un "bolaño" o bala redonda de piedra, la cual si se había disparado en tiro tenso, podía llevarse por delante una fila de un batallón, pero poco más. Ahora, con la bala explosiva, se podían tumbar varias filas... y muchas líneas. Se entiende por "fila" la que forma un hombre detrás de otro, y por "línea" la formada por los que están "codo con codo". Lo que detallo porque parece haber cierta confusión en algunos foros con estos conceptos.


La pieza completa.


Otra vista de la pieza completa "a vista de pájaro".


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Figuras de "Old Glory Miniatures". 28mm.


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