Para complementar el ejército de Hernán Cortés publicado aquí, añado ahora una pieza artillera de las que le acompañaron al desembarcar en Yucatán, en febrero de 1519. Según las crónicas, Cortés contaba en aquel momento con diez culebrinas y cuatro falconetes.
En estos primeros tiempos del siglo XVI la Artillería evolucionaba rápidamente. Se abandonaban las enormes y pesadas bombardas (que constaban de dos piezas y se cargaban por la trasera), que habían sido muy útiles en asedios y defensas de plazas, pero cuyo transporte en campo abierto era extremadamente lento y complicado...
...y necesitando los ejércitos de piezas artilleras más livianas que pudieran acompañarlos en su avance, se aligeró la boca de fuego (que se fundía ahora en bronce y en una pieza), se le añadieron dos asas para facilitar su manejo por grúas o cabrestantes, y se empezaron a cargar por la boca. También aparecieron los "muñones" que descansaban sobre la cureña y permitían variar la elevación de la pieza girándola sobre ellos.
Para aumentar el alcance de las piezas ligeras, eran necesarios tubos muy largos (en relación a su diámetro interno) y nacieron las culebrinas, de calibre reducido y gran longitud de tubo. Fueron las piezas artilleras más utilizadas durante el siglo XVI.
Anteriormente habían existido las llamadas "culebrinas de mano", antecesoras de espingardas, escopetas y arcabuces; pero aquí estamos hablando de artillería...
Aquí, la protagonista indiscutible de este post: la culebrina. Bonita pieza, por cierto.
Nuestra culebrina, aún utiliza la antigua cureña en una pieza. Poco después se generalizaría la formada por dos gualderas paralelas unidas por teleras, morfología que subsistiría por mucho tiempo.
La longitud de ánima de la culebrina era de 25 a 35 calibres, siendo conocida como "culebrina legítima" la de 30. Su alcance máximo, unos 4 kilómetros; alcance efectivo, 400 metros aproximadamente. Podía realizar 5 ó 6 disparos por hora.
Los toneles conteniendo el carbón, el azufre y el salitre que combinados en las debidas proporciones, darán como resultado
la pólvora negra. En la época, la mixtura se preparaba "in situ". La barra de hierro se utilizaba para remover
y mezclar apropiadamente los componentes, así como para empujar la pieza hasta su lugar tras el
retroceso. También vemos las "pelotas" de hierro forjado que recientemente habían
sustituido a los antiguos "bolaños" de piedra.
En esta época el calibre de las piezas se expresaba según las libras de peso de la "pelota" o bala, y no (como sería común a partir de mediados del XIX) en función del diámetro del ánima.
Variaciones de tamaño (y calibre) del arma, dieron lugar al "pasavolante" (media culebrina), al "sacre" (cuarto de culebrina) y al "falconete" (octavo de culebrina), entre otras piezas menos conocidas.
Artilleros. El primero, con la "cuchara" o "cucharón", se encargará de introducir en la pieza la pólvora ya mezclada
(aún no existía el cartucho). El segundo artillero, con el "atacador", empujará la pelota hacia la parte
posterior del ánima, compactándola con la pólvora y un taco de estopa o similar.
El falconete, también conocido como "cañón de borda giratorio", tenía la particularidad de ser de retrocarga; por su pequeño tamaño y facilidad de manejo, solía montarse en la borda de los navíos (de ahí su otro nombre); Cortés los utilizaría en sus bergantines durante la toma de Tenochtitlan.
El oficial artillero con un "botafuego" (pieza de madera con una mecha enrollada) con
el que producirá el disparo al acercarlo al "oído" de la pieza. También
el responsable de cebar el arma y apuntarla.
Las culebrinas no tenían potencia suficiente para destruir muros o bastiones, por lo que hacia finales del primer cuarto del siglo XVI apareció el cañón, que tenía un calibre mucho mayor, siendo en comparación, mucho más corto. Su alcance era menor que el de las culebrinas, pero su poder de destrucción, muy superior.
El encargado del "escobillón". Antes y después de cada disparo, deberá pasar su utensilio mojado en agua
por toda el ánima de la boca de fuego, para apagar posibles chispas restantes.
Las culebrinas disparaban balas de hierro forjado denominadas "pelotas", cuyo peso oscilaba entre 16 a 30 libras (7,5 a 14 kilos). También podían disparar metralla, (saquetes rellenos de clavos, balines, piedras...) muy efectiva en las distancias cortas. Las piezas embarcadas podían utilizar la llamada "bala roja", una pelota calentada al rojo cereza que producía incendios en los buques enemigos.
A finales del XVI, se extendió el uso de bombas explosivas; pelotas de hierro huecas con una carga de pólvora en su interior y dotadas de una espoleta de mecha.
Culebrinas y cañones coexistieron durante todo el siglo XVI, siendo progresivamente sustituidas las primeras por los segundos a principios del XVII.
Volviendo a Cortés: todas sus piezas artilleras quedaron hundidas en la laguna de Tenochtitlan en el transcurso de la noche del 30 de junio de 1520; la "Noche Triste". Recibiría otras más tarde... pero aún tardarían.
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Las figuras, de "Assault Group Miniatures"
(28 mm)