Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

Fairy - El Hada del Manantial (Cuento)


Ésta es una miniatura que nada más verla en un catálogo, me enamoró. Y es que lo feérico siempre me ha atraído. Se trataba de un "blister" con tres modelos; lo triste es que los otros dos modelos, en lugar de tener aspecto de pequeña hada (o "fairy"), como ésta que podemos ver, parecían ser "dóminas del sado-maso". Con lo cual, obviamente, se quedaron en el blister.

 El caso es que mientras pintaba la figura, me vino a la mente un viejo cuento de Charles Perrault (1628-1703), autor francés que recolectó antiguos cuentos y narraciones orales y les dio forma escrita. Lo mismo que harían los hermanos Grimm más tarde, vaya. Y en muchos casos, con los mismos títulos.



El cuento en cuestión, que como digo, acudió a mi memoria, fue "El Hada del Manantial"; pudo haber sido otro, pero fue éste. Y consecuentemente con mis recuerdos, monté la bonita figura del hada sobre una peña de la que brotaba un  manantial (vale, o algo parecido a un manantial). Y de paso, añadí un árbol para dar más riqueza visual a la escena. 

Así que, como no tengo otra cosa que hacer ahora mismo, os voy a contar el cuento tal y como lo recuerdo. Puede que me aleje del original en algún momento, pero no será demasiado. Y por otra parte, a fecha de hoy existen diversas variantes del tema.



Había una vez... (qué clásico y bonito comienzo, ¿verdad?) ...una mujer doblemente viuda que tenía dos hijas. El padre de la mayor, había sido un hombre desabrido, cruel y soez, del que la hija había heredado el carácter, que por otra parte, cuadraba con el de la madre.

El padre de la pequeña, al contrario, había sido prudente y cortés. Y también en este caso la hija heredó el carácter de su progenitor. Como la madre y la hermana mayor congeniaban, la menor solía ser víctima de sus caprichos y se veía obligada a efectuar las tareas más duras de la casa.


Por si hubiera pocas diferencias entre ellas, la madre y la hermana mayor, eran más bien feotas; mientras que la pequeña poseía una extraña y atractiva belleza.

Vivía el femenino trío en una pequeña casa de campo, próxima a un bosque por donde corría un manantial. Y diariamente, era la hermana pequeña la encargada de desplazarse hasta allí para llevar agua a la casa.


Pero un día ocurrió algo inusual. Al acercarse la muchacha al manantial, vio junto a él a una andrajosa anciana que le decía: "Por favor, pequeña: estoy muy mayor para agacharme y beber del manantial... ¿podrías llenar tu cántaro y dejármelo para beber en él?"

"Sí, claro; no faltaba más" - contestó la moza. Y como lo dijo lo hizo. Llenó el cántaro y se lo alcanzó a la anciana que bebió con delectación. Pero ¡oh, maravilla! apenas hubo acabado de beber, la miserable anciana se transformó en una bellísima hada (con sus alas y todo), que le dijo:


"Por tu buen corazón, desde ahora cada vez que hables, caerán de tu boca monedas de oro y piedras preciosas". Anonadada se quedó la muchacha, que corrió a su casa para relatar lo sucedido.

Pero en su descripción, habló del hada tal y como la había visto tras la transformación, olvidando comentar que en un principio aparentaba ser una vieja andrajosa. Con lo que su madre, después de recoger ávidamente las monedas caídas de boca de su hija, dijo: "Pues muy bien; mañana -dirigiéndose a la mayor- irás tú por agua"


Y efectivamente, la mayor se dirigió al día siguiente al manantial en la creencia de que iba a encontrar allí a una hermosa hada. Y cuando en lugar de eso, vio una miserable anciana sentada sobre una peña, se puso en guardia. "Huy -pensó- si será una malvada bruja esa vieja que veo junto al manantial..." Y es que (como dice el viejo aforismo castellano) "cree el ladrón que todos son de su condición".


Y cuando la anciana hizo su solicitud, pidiendo el préstamo del cántaro, la moza le contestó algo así como: "Anda ya, y cómprate uno. Déjame en paz". Ante lo cual, de nuevo la anciana se transformó en bellísima hada; pero esta vez dijo:

"Como eres un mal bicho, desde ahora, cada vez que hables saldrán sapos y culebras por tu boca". Despavorida corrió la chica hasta casa para contarle a su madre lo acaecido. Y mientras hablaba, desparramaba sobre el piso toda suerte de bichos asquerosos.


Con lo cual, la madre la tomó con la pequeña por no haberlo dicho todo sobre el asunto, y a tanto llegó su despecho y enojo que la echó de casa. Triste y sola vagaba la doncella por el bosque... pero ¡oh maravilla! (otra vez, sí) quiso el destino que por allí pasara a lomos de su brioso corcel, un príncipe azul (o tal vez verde esmeralda), que al ver tan bella fémina llorosa y desamparada, se acercó a ella para consolarla. 

Y cuál sería su sorpresa cuando vio que de los labios de la doncella surgían con cada una de sus palabras piedras preciosas sin cuento. Con lo cual, terminó por enamorarse de ella y la llevó a su palacio (pero no fue por interés, no; sino por la extraña y atractiva belleza de la moza). ;)


Más tarde se casaron, fueron felices y comieron perdices. Y merced a las monedas de oro y piedras preciosas que salían de boca de la ahora princesa, el reino consiguió salir de una seria crisis económica que sufría desde hacía tiempo.

De "las malas" de la historia, nunca más se supo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


Hale; ya os he contado el "cuento de buenas noches". Ahora, vasito de leche y a dormir.  ;) 



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La figura, de Reaper Miniatures, 28mm. Metal.
Ref. 02741: Fairies (2) & Nymph.
Sculptor: Werner Klocke.




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