Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

Guerra de los Cien Años - Agincourt en 3 escenas

El Caballero Balduin de Lens, caído en Agincourt.

La batalla de Agincourt ("Azincourt", para los franceses), se produjo el 25 de octubre de 1415, en las llanuras de la región de Artois, norte de Francia, cerca de Calais. Tuvo lugar en el transcurso de la Guerra de los Cien Años (que realmente duró 116: de 1337 a 1453) conflicto que enfrentó a las coronas de Francia e Inglaterra, aunque en determinados momentos, se vieron implicadas Castilla, Portugal, Escocia y Flandes. 

LA GUERRA HASTA AGINCOURT
Durante la primera fase de la Guerra (1337-1360), se habían producido las victorias inglesas de Crécy (1346) y Poitiers (1356), que juntamente con la debilidad francesa producida por las revueltas campesinas (La Jacquerie), permitieron que Eduardo III entrase en París y firmase el Tratado de Bretigny (1360), por el que se le cedía Aquitania y  Calais;  por su parte, renunciaba a sus pretensiones sobre la corona de Francia y dejaba en libertad al rey Juan II el Bueno (prisionero desde Poitiers) contra entrega de un importante rescate. Como tal rescate nunca se pagó, el rey Juan siguiendo el código del honor, se entregó de nuevo a los ingleses y moriría en prisión. El Tratado de Bretigny, a la larga, fue "papel mojado", pero sirvió al menos para que transcurriesen nueve años de relativa tranquilidad.


El Señor de Proville, muerto en la batalla.

La segunda fase (1369-1389) comenzó cuando el Príncipe Negro, hijo del rey Eduardo III y autor de las victorias de Crécy y Poitiers, que gobernaba Aquitania, se negó a acudir a una citación del nuevo rey francés, Carlos V, y éste procedió a confiscarle las tierras, lo que provocó que Eduardo III volviese a titularse rey de Francia. Al reanudarse las hostilidades, la suerte de las armas se puso esta vez del lado de los franceses, que recuperaron Aquitania y otros territorios ocupados excepto Calais. En 1389 se acordaba una tregua.


AGINCOURT - PROLEGÓMENOS 
Para 1415 (comienzo de la tercera y última fase de la Guerra), era rey de Inglaterra el joven e impetuoso  Enrique V; en Francia se había desatado la guerra civil entre las facciones de los Armagnac y los Borgoñones; en París reinaba un incapaz Carlos VI (el rey loco). Enrique V, hombre ambicioso, viendo que la situación era propicia a sus intereses, desempolvó las viejas aspiraciones de sus antepasados sobre el trono de Francia, consultó juristas y clérigos, y convencido de la legalidad de sus aspiraciones, declaró ante sus nobles (en palabras de Shakespeare): 

"Ahora estamos decididos, y con la ayuda de Dios y la vuestra, nobles tendones de nuestro poder, siendo nuestra Francia, la doblegaremos a nuestra voluntad... o la romperemos en pedazos...!"



Y no la rompió, pero estuvo cerca. Lo que sí rompió fue el orgullo de la caballería francesa, como veremos. Los Armagnac, viendo lo que se les venía encima, ofrecieron al inglés la posesión de Aquitania, el pago del viejo rescate de Juan el Bueno, la mano de Catalina, hija del rey loco, y dos millones de ducados como dote. No estaba mal... pero Enrique rehusó porque entre esas ofertas no figuraba Normandía.

Así pues, en agosto de 1415, Enrique V desembarcó en Normandía con 12.000 hombres y sitió la ciudad de Harfleur (El Havre), que tras cinco semanas de sitio, cayó en su poder. Pero como los combates y la disentería habían causado numerosas bajas entre sus filas y por otra parte, los alimentos escaseaban, decidió retirarse hacia Calais.



AGINCOURT, LA BATALLA
En su camino, fue interceptado por un gran ejército que los Armagnacs habían reclutado. Este ejército, al mando del Condestable de Francia, Carlos d'Albret, se componía aproximadamente de 16.000 caballeros acorazados, 4.000 ballesteros, y 4.000 hombres de armas. Total: 24.000 combatientes.

Frente a ellos, Enrique disponía en esos momentos, únicamente de 5.000 arqueros (entre ellos infantes provistos de armas de asta), y 1.000 caballeros. Total: 6.000 hombres.

La "guerra de cifras" en cuanto a ambos contingentes es todavía hoy, virulenta. He escogido entre unas y otras fuentes, los datos que me han parecido más creíbles. Pero es indiscutible que la mayoría numérica francesa era aplastante. En los números que facilito, la proporción se centra en cuatro franceses por cada inglés.



Tras varios días en que los franceses siguieron los movimientos ingleses a lo largo de las orillas del Somne, Enrique encontró un lugar idóneo para esperar la embestida francesa: un claro entre dos bosques: el de Agincourt y el de Tramecourt. Allí, sus flancos estarían cubiertos, así que se atrincheró y dejó pasar la noche del 24 de octubre, en el temor de que se produjese un ataque nocturno. Sin embargo, los franceses no hicieron movimiento alguno y  esperaron el alba, en la creencia de que al día siguiente del ejército inglés sólo quedaría el recuerdo.

Escena número 1 completa. La carga de la caballería francesa. 

Esa noche llovió torrencialmente, lo que dejó el campo convertido en un lodazal que haría muy dificultosas las maniobras de la caballería. Consciente de ello, al amanecer del día 25 (día de San Crispín, como subraya Shakespeare), Enrique ordenó desmontar a sus caballeros con los que formó su centro y en cada ala colocó 2.500 arqueros protegidos por una línea de estacas. Y esperó.


Pero los franceses no estaban dispuestos a dar el primer paso. Eran conscientes de que con  cada minuto que pasara, la debilidad de los ingleses (en gran parte enfermos y sin alimentos) aumentaría. Entonces, Enrique se vio obligado a tomar la iniciativa. Ordenó a sus arqueros que arrancaran las estacadas, avanzaran y erigieran una nueva línea de estacas más cerca del enemigo. Esta maniobra estrechaba el campo de batalla, lo que favorecía a los ingleses.


La "osadía" de tal avance fue demasiado para la flor y nata de la caballería gala, que cargó sin más dilación contra las líneas inglesas. Fue como meterse en un embudo. En cuanto estuvieron al alcance de los arqueros, dos nubes formadas por miles de flechas en fuego cruzado, arrojaron al barro caballos y caballeros. Los pocos jinetes que llegaron a las líneas inglesas fueron masacrados por caballeros desmontados y peones.


Todavía intentaron los franceses varios ataques más, uno de ellos con caballeros desmontados, pero todos fueron repelidos por los disparos de los arqueros, y una carga de los caballeros ingleses que montaron sus caballos en las últimas fases de la batalla.

Tras tres horas de matanza, las bajas francesas superaban las 6.000; entre los caídos, el Condestable Carlos D'Albret.  Los muertos ingleses apenas rebasaban el centenar. Lo que quedaba del ejército francés fue hecho prisionero o huyó del campo de batalla.



Cuando la batalla estaba ya decidida, un grupo de caballeros franceses que previamente habían huido, atacó por la retaguardia el campamento inglés, asesinando a los pajes que cuidaban la impedimenta y huyendo después. Cuando Enrique tuvo conocimiento de este hecho, ordenó pasar a cuchillo a los prisioneros franceses. 


La batalla de Azincourt, ratificó lo que ya habían demostrado las de Crécy y Potiers: que la caballería feudal como reina de las batallas, tenía las horas contadas frente a las nuevas armas de la infantería. 


DESPUES DE AGINCOURT
Tras la victoria, los ingleses ocupan nuevamente Normandía y París. Después de su alianza con Borgoña, que domina ahora Flandes, su dominio sobre Francia es incuestionable. En 1420 se firmaba el Tratado de Troyes, por el que se celebraba el matrimonio entre Enrique V y Catalina y se acordaba que el hijo de esa unión heredaría ambas coronas. Sin embargo, en 1422 morían Enrique V y Carlos VI (los firmantes del Tratado) y la cuestión se complicaba.

Escena número 2 completa. Arqueros y peones defienden su posición.

Los Armagnac y el clero eligen como rey al Delfín Carlos, hijo del rey loco, en contra de los  acuerdos del Tratado de Troyes. Los ingleses, con su rey niño Enrique VI, en nombre del cual gobierna un Consejo Privado dependiente del Parlamento, reanudan las hostilidades y en 1428 sitian Orleans. Surge entonces la particularísima figura de Juana de Arco, que convence al Delfín (hombre indeciso y temeroso por ese tiempo) para que consienta en ser coronado  en Reims como Carlos VII y a continuación, al mando de los ejércitos franceses, consigue el levantamiento del sitio de Orleans (1429), lo que constituye una sonada derrota inglesa. Poco después, cae prisionera de los borgoñones, que la venden a los ingleses y tras un simulacro de juicio es quemada en la hoguera en Ruan, en 1431.   


Pero el ejemplo de Juana había servido para catalizar el entusiasmo de los franceses: ahora tenían un rey "nacional", una heroína a la que glorificar, una victoria sobre los ingleses que festejar. Desde ese momento, las posesiones de Inglaterra en Francia, fueron cayendo en manos de los franceses. En 1435, por el Tratado de Arras, los borgoñones se sometían a la corona francesa, lo que facilitaría reconquistar París en 1436.


A partir de 1449, Carlos VII tuvo la suficiente confianza en sí mismo y en su ejército como para iniciar una fuerte ofensiva que le permitió en pocos años reconquistar  Normandía y Aquitania. La batalla de Castillon (1453) ultima batalla de la guerra, significó el fin del conflicto, teniendo además la particularidad de ser la primera batalla donde la artillería jugó un papel trascendental. A los ingleses sólo les quedó en territorio francés, el puerto de Calais, que conservarían hasta mediados del siglo XVI. 


SOBRE LAS FIGURAS Y SU ARMAMENTO 
Las primeras siete fotos corresponden a la que denomino "escena número 1", que ilustra la carga de la caballería francesa al inicio de la batalla. Agincourt representa el momento central en la evolución de la armadura desde la cota de mallas reforzada con placas de metal hasta la armadura completa, el "arnés blanco" que estará ya plenamente vigente en la segunda mitad  de este siglo XV. Su protección de cabeza es el popular bacinete de visera conocido como "de hocico de perro". Se empezó a usar en torno a 1380; en las primeras fases de la guerra los caballeros habían usado un pequeño bacinete sin visera sobre el que portaban el "gran yelmo" o "yelmo de cimera".  

La evolución del bacinete de visera dio paso al "gran bacinete", que con la adición de una pieza que protegía la garganta (gorjal) y la prolongación del cubrenuca, descansaba sobre los hombros, permitiendo un más cómodo uso del arma. Su evolución final daría lugar al "almete", coincidiendo prácticamente con la aparición de la armadura completa.  



La escena número 2, muestra a los arqueros ingleses provistos del "long-bow" y a los peones que les acompañan. Sobre el "arco larco", ya hablamos sobradamente en una entrada anterior, por lo que aquí dedicaremos unas líneas a estos peones provistos de armas de asta. Aunque se les denomina con frecuencia "alabarderos", su arma no es en modo alguno una "alabarda". 

Se trataba de una gran variedad de artilugios que provenían en su mayor parte de la transformación de herramientas agrícolas (guadañas, hoces, podaderas...) en improvisadas armas, mediante la adopción de un "poste" o "asta" de unos dos metros, que permitía a un peón (o a un grupo de ellos) atacar a un noble a caballo con ciertas garantías de no morir en el intento... e incluso derribarle. Otro origen de algunos de estos instrumentos bélicos, es el hacha larga de origen vikingo-danés, dotada de un mango más largo de lo habitual con el mismo objetivo mentado anteriormente. Los nombres de estas armas fueron tan variados como su morfología: "cuchillos de brecha", "guisarmas" (o bisarmas), "sacabuches",  "ronconas", "partesanas", "voulgues" (en español, gujas), "archas"... 


Cuando la evolución del arma se completa, consiguiendo una "moharra" dotada de un filo para cortar, una punta para punzar y un garfio para enganchar, ya sí podemos hablar de alabardas. Parecen haber sido suizos y alemanes, hacia principios del siglo XV, los primeros en utilizar "alabardas" propiamente dichas, con las que reforzaban sus formaciones de piqueros.


Los peones con armas de asta fueron denominados por los ingleses "billmen" y por los franceses "gens d'armes" (de donde procede la voz "gendarme"), si bien este nombre también se aplicaba a hombres de armas a caballo, lo que puede inducir a confusión. 

La escena número 3, muestra los momentos previos a la muerte del caballero de Beaumont, ante el ataque de varios peones y sus armas enastadas (aunque entre ellos un sargento luce una buena espada). 

Escena número 3 completa. Masacre de los franceses que llegan a contactar.

Como hemos dicho en otras ocasiones, fueron este tipo de armas, juntamente con arcos largos y ballestas, picas, y en último lugar, la artillería y las incipientes armas de fuego portátiles, las que hicieron declinar el papel de la antaño invencible caballería de la nobleza, ante las milicias de campesinos e infantes organizados. Los tiempos se democratizaban...      

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Recomendábamos anteriormente la película "Enrique V" (1944) de Laurence Olivier, para ilustrar cinematográficamente la batalla de Agincourt. Recomendamos ahora la que con el mismo título realizó en 1989 Kenneth Branagh. Ambas están basadas en la obra de William Shakespeare. Sobre la figura de Juana de Arco, posiblemente la mejor versión sea la que dirigió Victor Fleming en 1948, con Ingrid Bergman interpretando a la heroína.


Una buena novela ambientada en la Guerra de los Cien Años, es la de Maurice Druon, "Los Reyes Malditos". 

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Las figuras, de "Foundry Miniatures", 28mm.