Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

El Ejército del Gran Capitán en Ceriñola (1503)

Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán" (1453-1515).

Entre los grandes estrategas que figuran con letras de oro en la Historia Bélica del Mundo Occidental, brilla con luz propia Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán".

Y no sólo por ser un maestro en táctica y estrategia (que también), sino por haberse percatado de que los tiempos estaban cambiando, y transformar un ejército medieval avezado en la lucha contra el moro durante la Guerra de Granada, en el primer ejército moderno.

Para ello, reformó las unidades, adopto las nuevas armas de fuego portátiles, aumentó la disciplina, dio prioridad a la infantería sobre la caballería, combinando ambas con la artillería y, en definitiva, sentó las bases para que sobre su reforma, de sus "coronelías", nacieran los Tercios Españoles que dominaron los campos de batalla europeos hasta la mitad del siglo XVII.


Gonzalo, con su alférez y heraldo.  

La batalla de Ceriñola, su más reconocida victoria, producida durante las llamadas "Guerras de Italia", entregó el dominio del Reino de  Nápoles a la Corona de los Reyes Católicos, y está a la altura de Cannas, de Agincourt, de Leuthen... de cualquier gran batalla ganada en inferioridad numérica en los anales de la Historia. 

EL GRAN CAPITÁN (HASTA LA PRIMERA GUERRA DE ITALIA)

Nacido en Montilla, Córdoba, el  1 de septiembre de 1453, en el seno de la casa de Aguilar,  segundo hijo de sus padres, fue incorporado como paje junto con su hermano mayor, al servicio del infante Alfonso, hermano de Isabel, la que sería más tarde conocida como "Isabel la Católica", Reina de Castilla.  

Al morir tempranamente el infante, Gonzalo pasó al séquito de Isabel, e hizo sus primeras armas en apoyo de ésta durante la Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479). Su primera actuación destacada tuvo lugar durante el curso de este conflicto, en la batalla de Albuera, con 25 años.

Otro ángulo, que permite ver la ondeante banderola de Castilla y Aragón.

Posteriormente, durante la Guerra de Granada (1488-1492), colofón de la Reconquista, se distinguió en la toma de Illora, Montefrío y Loja, donde hizo prisionero al rey Boabdil (último rey moro de Granada, de la dinastía nazarí), con el que entabló amistad durante su cautiverio, entregándolo después al rey Fernando (II de Aragón, "El Católico", casado desde 1469 con Isabel). 

Boabdil fue liberado poco después a cambio de ciertas concesiones territoriales. Las buenas relaciones de Gonzalo con el nazarí le convirtieron en el negociador idóneo de Isabel y Fernando para conseguir la entrega de Granada, lo que sería un hecho el  2 de enero de 1492.

Los Reyes Católicos, para recompensar sus esfuerzos le concedieron el señorío de Orgiva, en Granada y le nombraron comendador de la Orden de Santiago. Tenía 39 años y ya estaba considerado un caudillo militar con gran dote de mando y sentido de la estrategia.

Llegó entonces la controversia con Francia por los territorios de Nápoles.

El "cuadro" de piqueros; núcleo de cualquier ejército renacentista. Y siguió siendo el núcleo de los ejércitos (si bien menguando su número en beneficio de las armas de fuego), hasta la aparición de la bayoneta, a finales del siglo XVII.

PRIMERA GUERRA DE ITALIA (1494-1498)

El Reino de Nápoles, una de las regiones más ricas de Italia, abarcaba en esta época todo el sur del país. Su historia, después del hundimiento del Imperio Romano de Occidente,  había sido un incesante cambio de dueño, bizantinos, lombardos, normandos, los Hohenstaufen alemanes, los angevinos franceses... hasta que en 1442 fue conquistado por Alfonso V de Aragón (tío paterno de Fernando el Católico). 

Alfonso dejó sus estados aragoneses a su hermano Juan II, mientras que el Reino de Nápoles lo heredaba su hijo bastardo Fernando I. A la muerte de éste, en 1494, el trono pasaría a su hijo Alfonso II. Y es en este momento, cuando Carlos VIII de Francia, pretende controlar el sur de Italia con la argucia de que le serviría de base para preparar una cruzada contra los turcos. Su verdadera intención era apoderarse del Regno, alegando vagos derechos dinásticos heredados de sus antepasados angevinos. 

Los piqueros se dividían en "picas secas" (izquierda) y "coseletes" (derecha). Los segundos, mejor protegidos, formaban en las primeras filas del cuadro, como hemos visto en la foto de más arriba.

Antes de pasar a la acción, Carlos de Francia firma con Fernando el Católico un tratado por el que ninguna de las dos potencias interferiría en las conquistas de la otra, "salvo que fuese  contra los intereses del Papa". Cuando en febrero de 1495, los ejércitos franceses entraron  en Nápoles, Fernando vio claras las intenciones del francés y considerando que sus derechos sucesorios a Nápoles eran superiores a los de Carlos, y por otra parte, que podía considerarse el Regno como feudatario del Papa y que por tanto su invasión afectaba la cláusula de exclusión del Tratado, envió a Italia al Gran Capitán que desembarcaba en Sicilia en mayo de 1495.

En el intermedio, Fernando el Católico había conseguido la formación de "La Liga de Venecia": una alianza contra la invasión francesa entre España, Venecia, Milán, el Imperio Romano Germánico y los Estados Pontificios.

Detalles del grupo de mando de los piqueros. En la primera foto, la bandera de la izquierda es la de Castilla y León, la de la derecha, la que adoptaron los Reyes Católicos englobando sus estados castellanos y aragoneses; en la parte inferior, se aprecia el emblema de Granada. La segunda foto, muestra macro-detalle de uno de los abanderados y del tambor.  

En tres años de campaña, Gonzalo dejaba libre de franceses el Regno y el trono en manos del rey Federico (también conocido como Fadrique) de Nápoles, heredero a la muerte de su sobrino Ferrante II. Durante esta campaña se había producido la única derrota del Gran Capitán, cuando en la primera batalla de Seminara, el rey Ferrante desoyendo los consejos de Gonzalo, presentó batalla en situación desventajosa; aunque las tropas españolas pudieron retirarse en orden. 

Fue al término de esta primera Guerra, cuando Gonzalo ganó su sobrenombre de "Gran Capitán". El Papa Alejandro VI le concedía la condecoración conocida como "Rosa de Oro", y el rey Fadrique el nombramiento de Duque de Santángelo.

La paz con Francia se firmó en 1498, tras la inesperada muerte de Carlos VIII, y la subida al trono de su hijo, Luis XII.

Rodeleros. Habitualmente formaban tras los piqueros durante las primeras fases del combate,  pasando a vanguardia, al producirse el choque entre los cuadros. Tomaban su nombre del escudo que portaban: la rodela.

 INTERMEDIO EN CEFALONIA (GRECIA) 1499-1500 - CONTRA EL TURCO

En 1499, las ambiciones francesas se centraban en el ducado de Milán. Contando con el apoyo de tropas de los estados pontificios al mando de Cesar Borgia (hijo del Papa Alejandro) y con la aquiescencia de Venecia, el nuevo rey francés, Luis XII, conquistaba el ducado.

Fernando el Católico, temiendo que las pretensiones francesas se extendiesen de nuevo a Nápoles, firmó en 1500 un acuerdo con Luis XII (Tratado de Chambord-Granada), repartiéndose el territorio y destronando al rey Federico. 


También podían apoyar un despliegue de espingarderos/arcabuceros y eran las tropas idóneas para asaltar murallas y fortificaciones. 

Mientras tanto, la expansión turca en el Mediterráneo, después de las últimas conquistas de Bayaceto en Lepanto y Patrás, había hecho temer a Venecia una invasión de su territorio, y pidió ayuda a la Santa Sede, a Francia y a España. El Papa apoyó la expedición económicamente, Francia aportó 8 naves y Fernando el Católico, enviaría 50, con 300 caballos pesados, 300 jinetes ligeros y 4000 infantes. En mayo de 1500 mandaba al frente de la fuerza expedicionaria al Gran Capitán, que había tenido poco tiempo para reposar...  

Gonzalo, unido a la armada veneciana, comenzó por expulsar a la flota turca de Corfú. Pasó después a Cefalonia, donde puso sitio al castillo de San Jorge, que caía en manos de los cristianos el día de Navidad del mismo año de 1500. El sultán Bayaceto se avino a firmar un tratado dando libertad de navegación a las naves venecianas y se hizo la paz. La República de Venecia otorgó al Gran Capitán cincuenta libras de plata y le nombró gentilhombre.


La misión principal de los rodeleros en el cuadro de infantería: infiltrarse entre las picas enemigas y llegar al cuerpo a cuerpo con los piqueros; una vez superaban las moharras, las picas se convertían en trastos inútiles, y los piqueros debían echar mano de su espada para defenderse, o si carecían de tal arma, tirar la pica y retirarse a toda prisa... si podían. 

SEGUNDA GUERRA DE ITALIA (1501-1504) - HASTA CERIÑOLA 

En 1501, el Papa Borgia ratificaba el acuerdo del reparto de Nápoles entre Francia y España, y ambos ejércitos ocupaban sus respectivas zonas. Nápoles capital, entraba en la parte francesa y la ocupación se hizo con extrema violencia. Por el contrario, Gonzalo (una vez más puesto al frente del ejército por los Reyes Católicos), ocupó la suya con gran prudencia, incluso devolviendo a sus antiguos propietarios tierras que les habían sido arrebatadas. Muchos jefes militares italianos se pusieron al servicio del Gran Capitán.

Desde el primer momento hubo desavenencias entre franceses y españoles por algunos puntos dudosos del reparto. Tras una infructuosa reunión entre Luis de Armagnac, Duque de Nemours y a la sazón, virrey de Nápoles y Fernández de Córdoba, los dirigentes se separaron sin llegar a ningún acuerdo, pero con la sombra de la guerra planeando ya sobre ellos.


Espingarderos. Algunos autores emplean habitualmente la palabra "arcabuceros" para referirse a este tipo de soldado del Gran Capitán; en puridad, los primeros documentos donde aparece el término "arcabuz" datan de aproximadamente 1520... y estamos en 1503.

Antes de que la relativa paz con los franceses se rompiese definitivamente, Gonzalo tomó la ciudad de Tarento, que se resistía a la ocupación. El cañoneo que la escuadra española dedicó a la ciudad, hizo que ésta se rindiese en pocos días (1502). Gonzalo prohibió el saqueo y la violencia contra los ciudadanos.

Tras esto, y con motivo de un pequeño enfrentamiento entre tropas españolas y francesas, las hostilidades se consideraron abiertas. El ejército de Gonzalo contaba con unos 5000 infantes y 1500 caballos, pero estaban diseminados por todo el sur del Regno. Por otra parte, el ejército español era bueno para la guerrilla y el movimiento, pero por el momento no podía enfrentarse en campo abierto al Duque de Nemours, que contaba con más del doble de caballería pesada y el triple de artillería. Y el ejército francés (unos 8000 hombres ahora) avanzaba hacia el sur, dispuesto a expulsar de la península italiana a los españoles. 


Los espingarderos, como los escopeteros y más tarde, arcabuceros y mosqueteros, formaban habitualmente en las alas de la formación, si bien su ligero equipo y buen entrenamiento les permitía colocarse en vanguardia para realizar varias descargas y retirarse después al amparo de las picas.

Así que el Gran Capitán optó por atrincherarse en Barletta, junto al Adriático, dando orden de que las plazas ocupadas por su gente, fueran abandonándose ante el avance francés y de que todas las tropas españolas fuesen concentrándose en dicha ciudad. Con excepción de Canosa, a la que ordenó resistir para retrasar el máximo tiempo posible el avance de Nemours. Tras tres días de asedio, los 150 españoles supervivientes (de 500) pactaron la entrega con honores de la ciudad y se incorporaron al grueso de las fuerzas españolas en Barletta. 

Desde esta ciudad, Gonzalo, evitando un enfrentamiento en campo abierto en tanto las circunstancias no se lo permitiesen, con pequeñas operaciones, golpes de mano y emboscadas que desesperaban al Armagnac, producía grandes pérdidas a las fuerzas francesas.    


El Duque de Nemours, viendo que no se le ofrecía batalla abierta, se presentó en las murallas de Barletta para retar al Gran Capitán, que le contestó una de sus más célebres frases: "No acostumbro combatir cuando quieren mis enemigos, sino cuando lo piden la ocasión y las circunstancias". Lo que por otra parte define claramente su sentido de la estrategia, que podría resumirse en "Yo elijo el día y el lugar". ¡Por Dios que lo  haría...!


La configuración básica de la infantería del Gran Capitán: un núcleo central de piqueros (elemento de contención), espingarderos (elemento de fuego), y rodeleros (elemento de choque). Constituía una formación de gran versatilidad, utilizando oportunamente un elemento u otro. 

Nemours, enojado, se retiró con sus tropas en dirección a su cuartel general en Canosa. Ese fue el instante que había esperado Gonzalo, que atacó la retaguardia francesa con su caballería ligera, realizando después una retirada fingida, que dirigió a los caballeros franceses que les perseguían, directamente a lo que se conoce como "Emboscada de Barletta". Cuando el duque quiso acudir en defensa de su retaguardia, los españoles ya se habían retirado a la ciudad, dejando tras de sí un buen número de muertos franceses y tomando numerosos prisioneros.

Los alabarderos. Sus misiones eran variadas. Por una parte, podían utilizarse para (al igual que los rodeleros), internarse entre las picas enemigas para abrirse paso, pero también podían abandonar el cuadro en apoyo de una sección de espingarderos destacados fuera de él.

Otra de las acciones más inspiradas y afortunadas de Gonzalo, fue el asalto a la ciudad de Ruvo, en la primavera de 1503. Cuando la localidad de Castellaneta se entregó a los españoles, cansada de los abusos franceses, Nemours dirigió su ejército hacia ella para devolverla a su control. El Gran Capitán, aprovechó la ocasión para cubrir la distancia que le separaba de Ruvo, sitiarla, cañonearla, tomarla al asalto y con 600 franceses prisioneros (que pasarían a las galeras españolas) y un botín de 1000 caballos regresar a Barletta. ¡Todo esto en un día! El de Nemours se desmelenaba... Por cierto, en esta ocasión, Gonzalo sí permitió el saqueo a sus soldados, pero ordenando firmemente que no se hiciese daño a las personas ni a la honra de las mujeres. Con los caballos conseguidos, pudo reforzar su caballería.

 Se formarían guardias de alabarderos para proteger a reyes y generales. Ya en 1504, Fernando el Católico creaba para su Guardia, el Real Cuerpo de Alabarderos.

Ahora empezaba a cambiar la situación. Gonzalo recibía 3000 infantes españoles enviados por los Reyes Católicos, al mando de Francisco de Andrade, que desembarcaron en Rijoles y derrotaban a un ejército francés en la segunda batalla de Seminara. Con la llegada de 2000 expertos piqueros lansquenetes enviados por el emperador Maximiliano de Austria, Gonzalo comenzó a pensar en tomar la iniciativa.

Y el atardecer del 27 de abril de 1503 abandonaba Barletta con todo su ejército y se dirigía al encuentro del Duque de Nemours, al que pensaba esperar en... Ceriñola.


Los ballesteros. Desde aproximadamente 1460, la ballesta convivió con espingardas y escopetas. Cada vez más escasa, a medida que los ejércitos aumentaban su proporción de armas de fuego portátiles, aún operaba junto a estas; bien en formaciones mixtas o independientes.

BATALLA DE CERIÑOLA (28 de abril de 1503)

Gonzalo conocía la zona y sabía que la ciudad estaba situada sobre una loma, cuyas laderas salpicadas de viñedos, ofrecían una posición ventajosa, contando además con un foso natural en su parte sureste. En ese punto esperaba poder contener la embestida francesa. El hecho de que la ciudad estuviese ocupada por una pequeña guarnición enemiga  no le preocupaba. 
  
La velocidad de movimientos y la sorpresa eran vitales para conseguir llegar al punto elegido antes de que el Duque tuviese conocimiento por sus espías, del movimiento del ejército español y pudiese interceptarles con sus más numerosas tropas. En una marcha forzada, llegaban al anochecer a la llanura de Cannas, donde acamparon. En esa misma llanura, unos mil setecientos años antes, otro montón de españoles (integrados en el ejército del gran Aníbal) había dado una buena paliza a ocho legiones romanas. Parecía un buen augurio...


Eran útiles especialmente cuando la lluvia humedecía la pólvora de sus compañeros espingarderos. La ballesta había desaparecido de los campos de batalla occidentales hacia 1530, salvo en casos muy particulares.

Al amanecer continuaron la marcha bajo un sol abrasador. En un momento dado, la sed y el calor hicieron mella en los lansquenetes alemanes, hombres no acostumbrados a esos rigores del sol, que desmayaban incapaces de dar un paso más. Gonzalo ordenó algo que nadie había hecho antes: que la caballería montase a la grupa a los infantes más desfallecidos; de tal manera, y gracias a un arroyo que les permitió calmar la sed, pudieron llegar a Ceriñola en forma y con tiempo suficiente para preparar el terreno.

Se amplió el foso natural, se utilizó la tierra sacada para aumentar el talud, se plantaron estacadas y se sembró el campo de puntas de hierro. Seis horas llevaron estas operaciones. Justo a tiempo. Los franceses llegaban a Ceriñola.


La caballería acorazada. Formada por nobles y sus sirvientes más allegados. En Ceriñola, Gonzalo contaba con 400 de estos jinetes.

El Gran Capitán ordenó sus tropas de infantería en tres grupos. A su derecha, un bloque de peones españoles, en el centro, los lansquenetes, a la izquierda, otro grupo de infantes españoles. Por delante de todos ellos, los espingarderos protegidos por la estacada y el foso. En ambas alas, dos formaciones de caballería pesada (españoles e italianos); a la izquierda y por encima de la caballería italiana, los jinetes ligeros, y más arriba, en lo alto de la colina, la artillería (13 piezas). Un destacamento vigilaba a la guarnición francesa de Ceriñola. A la altura de su artillería, por encima de todo el ejército, el Gran Capitán observaba el campo. Disponía de unos 6500 infantes, 800 caballos pesados y 800 ligeros. En total, unos 8000 combatientes.

Luis de Armagnac, el Duque de Nemours, tenía su gran ventaja en la caballería pesada que casi triplicaba a la española, y en la artillería,  que la doblaba. Contaba además, con un bloque de 3000 piqueros suizos, y otros cuadros de infantes franceses e italianos. Unos 9000 hombres.

Eran aún los tiempos de esplendor de la armadura completa, el "arnés blanco". Pero hombres y caballos cubiertos de hierro, pronto dejarían su lugar a jinetes más ligeros. Tan pronto como sus aceradas protecciones se revelasen incapaces de detener los disparos de las armas de fuego.  

Cuando los franceses llegaron ante la loma, quedaba apenas una hora de luz. Se discutió entonces entre ellos si se posponía la acción para el día siguiente, parecer del de Armagnac, o se atacaba inmediatamente, opinión de la mayoría de sus generales, alguno de los cuales llegó a amenazar al Duque con acusarle ante el rey, por cobardía.

Los "ginetes" (sic). La palabra "jinete" proviene de una tribu berberisca llamada "zanata" o "cenetes", cuyos miembros eran muy hábiles en la equitación. Al pasar al castellano, en principio se aplicó sólo a un tipo de guerrero montado "a la gineta"; es decir, armado ligeramente y con los estribos muy cortos. Posteriormente, la palabra "jinete" designó a cualquier tipo de hombre montado.

Así las cosas, Nemours organizó sus tropas en tres escalones, cada uno más adelantado que el anterior. En primer lugar, la caballería pesada, tras ellos y a su izquierda, el bloque de piqueros suizos y gascones, más atrás y más a la izquierda, la caballería ligera. Parece que los franceses no habían aprendido nada de Crécy y Agincourt; seguían confiando el resultado de una batalla a la carga heroica y desenfrenada de los caballeros pesados.

La caballería castellana "a la gineta", iba armada con jabalinas y espada; para su protección contaban con un ligero casco y habitualmente, una brigantina. Su escudo, de procedencia árabe, es la "adarga", fabricado en cuero endurecido y de forma "acorazonada". Su misión: descubiertas, hostigar al enemigo, y cualquier acción que requiriese agilidad y velocidad.

 Tras un pequeño duelo artillero, Nemours inició la carga hacia la estacada española. El suelo retumbaba bajo los cascos de los pesados caballos cubiertos de hierro... y fue en ese momento, cuando en el campo español, toda la pólvora almacenada en los carros de munición, voló por los aires. El estampido fue brutal, numerosas llamaradas se elevaban donde poco antes habían estado las piezas artilleras... El ejército español estuvo a punto de ser presa del pánico; pero el Gran Capitán tuvo la frase justa en el momento justo: Erguido sobre su caballo, su voz se oyó en todo el campo en el tenso silencio que imperaba tras la explosión. Gritó algo así como: "El día se acaba y se nos va la luz del sol... ¡¡¡esas son las luminarias de la victoria!!! Los soldados recuperaron la compostura y la fe en el triunfo, los espingarderos, con una mordaz sonrisa en la boca, encendieron sus mechas...

La artillería. La pieza que vemos es una bombarda. Como podemos ver (o más bien adivinar), la "boca de fuego" se divide en dos partes: la anterior (caña o tomba) contenía el proyectil, y la posterior (recámara), la carga de pólvora; se montaban ambas partes sobre la cureña, se afianzaban con cuerdas y ya estaba lista para disparar.

La primera oleada francesa se estrelló contra el foso y la estacada, mientras el fuego de los espingarderos hacía estragos en sus filas. Entonces, al de Nemours no se le ocurrió otra cosa que girar a su izquierda y recorrer la fortificación en paralelo a la línea española buscando un hueco por donde poder continuar la carga. Los espingarderos se debieron sentir como sus descendientes del siglo veinte disparando perdigones a los patitos de una barraca de feria...

Además de bombardas, el ejército de Gonzalo en Ceriñola contaba con falconetes, culebrinas, serpentinas... en total unas 13 piezas.

En una de aquellas andanadas de plomo, el Duque cayó de su caballo herido de muerte, y la caballería se retiró con grandes pérdidas. Gonzalo apartó de la primera línea a sus espingarderos. Llegó el momento de los piqueros suizos, que intentaron escalar la loma por el centro, donde formaban los lansquenetes alemanes. Dos formaciones de mercenarios famosas en Europa, suizos y alemanes, que se odiaban desde siempre, cara a cara... 

Una "coronelía". Conjunto de infantería, caballería y artillería ideado por Gonzalo. Germen de los Tercios, que crearía oficialmente Carlos I en 1534.

 El enfrentamiento fue feroz, pero el terreno daba ventaja a los lansquenetes, y además los espingarderos hacían fuego ahora desde encima del talud sobre los flancos del cuadro suizo. Tras caer su jefe, se retiraron en desorden, desordenando a su vez a la caballería ligera que llegaba tras ellos.


Caballería italiana al servicio del Gran Capitán. Otras facciones de italianos combatían en el bando francés.

El Gran Capitán vio llegado el momento de ordenar un ataque general. Toda la línea española  avanzó y los desbaratados franceses huyeron a la desbandada. Fue una victoria absoluta. En poco menos de una hora, 4000 muertos franceses quedaban en el campo, mientras que entre los españoles, las bajas apenas llegaban al centenar. Los capitanes de Gonzalo cenaron esa noche en la tienda del Duque de Nemours, las viandas del banquete que el Duque había preparado para "festejar su triunfo".

En Ceriñola, por parte española luchaban unos 400 de estos jinetes; los mandaba Prospero Colonna. Su bandera es la de la ciudad-estado (entonces) de Milán.

DESPUÉS DE CERIÑOLA - 1503-1515

En mayo, Gonzalo Fernández de Córdoba hacía su entrada triunfal en Nápoles, muchas ciudades se le entregaban sin combatir y preparaba la toma de las pocas que resistían. Luis XII, sin resignarse a la derrota, mandó un nuevo y poderoso ejército que fue derrotado por Gonzalo en el río Garellano (diciembre de 1503). Las ciudades que habían dudado entre ambos bandos, se entregaron ahora sin ambages al Gran Capitán. El 11 de febrero de 1504 se firmaba la paz entre Francia y España y el Reino de Nápoles pasaba oficialmente a integrar los dominios de los Reyes Católicos.


Los 2000 lansquenetes que el emperador Maximiliano "le prestó" a Fernando el Católico para su campaña en Italia, y que al mando del Gran Capitán ocuparon el centro de la línea en Ceriñola. La mayoría eran piqueros, aunque entre sus filas podían encuadrarse espaderos, arcabuceros, alabarderos...

Gonzalo gobernó el "Regno" como virrey, y distribuyó tierras entre sus capitanes españoles e italianos; pero este mismo año de 1504, moría su gran protectora: la Reina Isabel; Don Fernando, al año siguiente, casaba con Germana de Foix, sobrina de Luis XII, y comenzaba a desconfiar de Gonzalo, dando oídos a habladurías sobre que éste pretendía independizar Nápoles bajo su mando. 

Detalle del grupo de mando y de los "espaderos". Éstos, armados de un mandoble, tenían la misma misión que los rodeleros entre los españoles, internarse entre las picas enemigas. La bandera es la de la ciudad de Norimberga (actual Nüremberg). No me consta que tal bandera estuviese presente en el enfrentamiento, pero es la más "atractiva" que he encontrado entre las enseñas de los lansquenetes.

Y en 1507, aprovechando un viaje al Regno, ordenó al Gran Capitán delegar su cargo y regresar con él a España, donde le concedió el señorío de Loja, pero le impedía el acceso a cualquier cargo público, así como el regreso a Nápoles. El rey retiró las concesiones que a sus amigos había hecho Gonzalo y habiéndole prometido el Maestrazgo de la Orden de Santiago, jamás se lo entregó.

El ejército de Gonzalo en el llamado "Cerro Mediano", al sureste de Ceriñola, esperando la embestida francesa. 

Gonzalo, desengañado, se retiró a sus tierras de Loja y allí, defraudado por su rey Fernando y añorando a su reina Isabel, murió el 2 de diciembre de 1515. Tenía 62 años. Fue además de gran estratega, un estudioso de la Historia de Grecia y Roma, y sin duda, uno de los más grandes políticos, renovador militar y hombre de bien que ha dado España.

Se aprecia el escalonamiento del terreno, que los españoles fortificaron con fosos y estacadas.

No se puede poner punto final a un relato sobre el Gran Capitán, sin mentar sus célebres "cuentas". De creer a la tradición, el rey Fernando pidió explicaciones a Gonzalo sobre sus gastos durante la segunda campaña de Italia. Gonzalo escribió en una noche unas burlonas cuentas entre las que los renglones más sabrosos serían: "en picos, palas y azadones, cien millones" (de ducados), refiriéndose al material necesario para enterrar a sus enemigos vencidos. Y terminaba diciendo "...y cien millones por escuchar ayer, como el rey pedía cuentas a quien le ha regalado un reino". Tenía razón. 


El Reino de Nápoles uniría su historia a la de España durante dos siglos. Fueron grandes años para ambas partes, que disfrutaron avances en lo cultural, artístico, político y económico. Años en los que nació una mutua corriente de simpatía que perdura hasta el día de hoy.  

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Tristemente, no existe una gran película que narre las andanzas del Gran Capitán, al menos mientras termine (o no) de prosperar el proyecto "Boabdil", de Antonio Banderas (que encarnaría a nuestro héroe, aunque el protagonista sería el rey nazarí). Mientras tanto, podemos disfrutar la serie de Televisión Española "Isabel", que hace un buen retrato del de Montilla y cuya segunda temporada se estrenará en el otoño de 2013.

En Literatura, sin embargo, las obras sobre Gonzalo son abundantes. Destacaría "El Gran Capitán" (Edhasa, 2006), novela de Juan Granados documentada hasta el paroxismo; y en línea didáctica, "Ceriñola 1503" (Ediciones Almena, 2006), de Francisco Martínez Canales.


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Para ver las fotografías en formato "vídeo" y con música, click aquí.


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Las figuras, de "Essex Miniatures", 15mm.

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- Laus Deo -