Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

Elefante seléucida - Batalla de Rafia (217 a.C.)

Elefante hindú en el ejército de Antíoco III el Grande.

A la muerte de Alejandro Magno en 323 aC, sus herederos (los "diádocos") se enzarzaron en una serie de luchas civiles por el dominio de las tierras conquistadas. Tras cuatro décadas de conflictos, con la batalla de Curupedio en 281, quedaban formados tres grandes reinos con sus respectivas Dinastías.

Dinastía Antigónida, en Macedonia.
Dinastía Ptolemaica (o Lágida), en Egipto.
Dinastía Seléucida en Mesopotamia, Siria y partes de Asia Menor y Persia.

Vista lateral izquierda.

Estos reinos irían cayendo uno tras otro en poder de Roma, no sin antes haber mantenido múltiples guerras entre sí durante prácticamente toda su existencia. Para la intención de esta entrada, nos centraremos en los conflictos que enfrentaron a Ptolemaicos y Seléucidas por el control de la franja de tierra que unía Siria con Egipto, es decir, la Siria del Sur: Celesiria.


Entre 274 y 168 aC, se produjeron seis Guerras Sirias; la que nos interesa es la cuarta, (219-217), durante la que se produjo la batalla de Rafia (o Raphia). Y nos interesa, porque de lo que se trata aquí es de documentar la figura del bonito elefante procedente de la India que podéis ver, que formaba parte de las fuerzas seléucidas en aquel enfrentamiento.


Eran reyes en el momento de la batalla, Antíoco III por los seléucidas y Ptolomeo IV por los egipcios. Inició las hostilidades el Seléucida, invadiendo Palestina. Antíoco III (más tarde auto-proclamado "El Grande", pero no por este conflicto), ardía en deseos de compensar las pérdidas territoriales que había sufrido anteriormente.  Ptolomeo, enterado del avance de los asiáticos,  reforzó su ejército con levas y desde Alejandría partió en busca del invasor.

Vista lateral derecha.

El encuentro se produjo el 22 de junio de 217 aC, cerca de la localidad de Rafia (actualmente Rafah, a 25 km de Gaza).

Antíoco III alineaba 62.000 hombres de infantería, 6.000 de a caballo y 102 elefantes; frente a él, las fuerzas de Ptolomeo IV eran 70.000 infantes, 5.000 jinetes y 73 paquidermos.


Como se ve, la diferencia en infantes favorecía a Ptolomeo, pero en caballería y elefantes, la ventaja era de Antíoco. No sólo eso, los elefantes de Antíoco eran hindúes, de tamaño mucho más grande que los africanos de Ptolomeo, que eran de la raza hoy extinguida del "elefante de bosque", la misma especie de que se servía por esos mismos días, Aníbal. Los paquidermos, en los dos  ejércitos, formaron en ambas alas. Las falanges, en el centro.

Una vista que debía inquietar bastante, observada "al natural".

Tras las arengas de rigor, ambos reyes se situaron en sus puestos de mando y comenzó la lucha. El primer movimiento fue de Antíoco, que lanzó los grandes elefantes de su ala derecha contra los de la izquierda de Ptolomeo. Los animales se embistieron; desde sus torretas, los tripulantes se hirieron con largas picas y los arqueros dispararon, tanto a los paquidermos enemigos como a sus dotaciones. Al poco, los elefantes africanos se acobardaron ante sus congéneres asiáticos y retrocedieron causando estragos entre sus propias filas.


Tropas ligeras seléucidas siguieron a sus elefantes y derrotaron a los peltastas egipcios. Antíoco, pensando que aquello "estaba hecho" flanqueó por la derecha a sus propios elefantes, cargando con la caballería sobre los jinetes egipcios, sumidos en el caos por el violento retroceso de sus paquidermos. Ante esto, el flanco izquierdo egipcio fue presa del pánico y huyó del campo de batalla.


Los elefantes hindúes de la izquierda de Antíoco iniciaron un lento avance contra sus parientes africanos de la derecha egipcia. Pero lo hicieron sin ningún apoyo de otras tropas. Y en esta ocasión, los africanos mantuvieron la línea; no embistieron, pero tampoco huyeron. La situación se estabilizó momentáneamente en esta zona del combate.

Entre tanto, el centro seléucida no se había movido, ni la infantería de su izquierda; se diría que esperaban que Antíoco en solitario, dirimiese la batalla. Equécrates, griego mercenario al mando del ala derecha egipcia, no quiso arriesgarse a que los elefantes de su lado repitiesen la masacre que habían organizado los de su izquierda. Ordenó a todas las unidades de la derecha ptolemaica avanzar flanqueando a sus paquidermos y atacar duramente el ala izquierda seléucida, que continuaba estática.

Los lanceros. Foto previa al montaje definitivo (obviamente, sí).

Antíoco, pensando que era dueño del campo, se dedicaba a perseguir a las tropas egipcias en fuga y a buscar a Ptolomeo, que se había refugiado tras la parte más fuerte de su ejército, la falange.

El ataque egipcio al ala izquierda seléucida había tenido éxito y ésta se había desbandado, Antíoco no se enteró de la cuestión ni quiso escuchar a sus generales que le advertían del peligro. Ahora, las dos falanges, egipcia y asiática estaban solas frente a frente, sin ningún apoyo por las alas. Y aquí, sorprendió la disciplina de las recientemente reclutadas levas ptolemaicas, que aguantaron firmemente el empuje seléucida, e impusieron el peso de su mayoría numérica: los 25.000 falangitas de Ptolomeo (la mayoría "novatos") desbandaron a los 20.000 veteranos de la falange de Antíoco.

El arquero y el "cornac". En este momento, aún faltaba decorar las hombreras del primero.

Cuando el Seléucida quiso darse cuenta de que, aunque él hubiera vencido en su ala, sus hombres estaban huyendo del campo de batalla perseguidos y diezmados por los egipcios, no pudo hacer nada por impedirlo. Hubo de abandonar el campo.

Ptolomeo se retiró a su campamento para pasar la noche; al día siguiente, vencedor indiscutible, enterró a sus muertos, despojó a sus enemigos y se dirigió a Rafia.

Vista de la pieza completa, peana incluida.

Celesiria pasaba al control egipcio con esta batalla, que fue la única en que se enfrentaron paquidermos asiáticos con africanos. Quedaba demostrado que la posesión de gran número de elefantes de guerra (de cualquier especie) no decidía por sí sola una batalla, sino que lo hacía una infantería disciplinada, y sobre todo, un jefe que no se precipitase en sus acciones, como hizo Antíoco III en Rafia.


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La figura, de "Gripping Beast"; Referencia: Successors Elephant War.


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