Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

Guerra de los Cien Años - Batalla de Crécy - Franceses

La guardia personal de Felipe VI.

Esta es la cuarta entrada que dedico a la Guerra de los Cien Años (1337-1453). La primera estuvo centrada en el arco largo inglés (long-bow), teniendo como referencia una figura de 90mm. En la segunda, dimos un repaso a la historia general de esta  contienda, detallando la batalla de Agincourt (1415); basándonos en este caso en tres viñetas formadas por miniaturas de 28mm.

La tercera, fue dedicada al ejército inglés en la batalla de Crécy (1346) y al armamento de mediados del siglo XIV; aquí, las figuras que ilustraban el texto (ya pensando desde una óptica "wargamer") fueron trece peanas con figuras de 15mm.

Y ahora, le llega el turno al ejército francés en la misma batalla; ejército que evidentemente, se enfrentará con el anterior, y que soluciono con 23 peanas.

El grupo de mando.

 Entre la enorme diversidad de datos en cuanto al número de combatientes de ambos contingentes en la batalla de Crécy, he optado (después de compaginar lo indicado en varios textos) por los siguientes:

Ejército inglés
Caballeros - 4000 (combatieron desmontados)
Arqueros de arco largo - 8000
Infantes con armas de asta - 4000
Total: 16000
(El ejército inglés contaba además con tres bombardas).

Ejército francés
Caballeros - 7000
Ballesteros genoveses - 6000
Infantes con diverso armamento - 15000 (1)
Total: 28000
(1) Entre estos contingentes se contaban, además de franceses: bohemios, navarros y mallorquines. 

Como se puede ver, no van uniformados. Lo que sí les he pintado como "elemento diferenciador" de la tropa común, ha sido 
la túnica con los "colores del rey"; aparte del escudo con la "flor de lis", que también les
 identifica como unidad.

Parecen unos números totales razonables (16000 ingleses, 28000 franceses) que expresados en porcentaje representan un 75 por ciento de ventaja para el ejército galo; porcentaje en que me he basado (forzándolo mínimamente en algún caso) al confeccionar las peanas para ambos ejércitos. 

Y es que si en algo están de acuerdo los diferentes autores, es en la mayoría numérica que asistía al ejército francés, aunque como queda dicho, es en los detalles de esa mayoría donde existe gran divergencia.  

 Cansado terminé de tanto pintar "florecitas de lis".

Una vez detallados los asuntos de números y peanas, pasemos al estudio de la batalla de Crécy. Al pie de las fotos, veremos detalles de armamento y  uniformología;  en el texto general, los precedentes, desarrollo y consecuencias del enfrentamiento.

El propio Felipe VI, rey de Francia en el principio de la Guerra de los Cien Años.

Precedentes lejanos de la Guerra de los Cien Años.
Los territorios que los reyes de Inglaterra mantenían en Francia desde los días de Guillermo el Conquistador (1066-1087), originalmente Duque de Normandía, incrementados posteriormente por el matrimonio (1152) entre Enrique II Plantagenet (Conde de Anjou) con Leonor de Aquitania, obligaban, según la tradición feudal,  a los monarcas ingleses a rendir vasallaje al Rey de Francia por la posesión de esas tierras.


Esa situación era incómoda en exceso para los reyes ingleses, que mantuvieron conflictos con los monarcas galos, en el intento de quitarse de encima el molesto vasallaje. Pero en 1258, la astuta política del francés Luis IX, aprovechando la debilidad política (conflictos internos) del entonces rey británico Enrique III, consiguió el acuerdo llamado "Tratado de París", por el que Inglaterra renunciaba a Normandía, Anjou, Poitou y otros territorios, conservando únicamente Aquitania y Guyena, por los que debería continuar rindiendo vasallaje.

Felipe, con su Guardia. ¿"Rhapsody in blue" ?  ;)  No sé, pero en cualquier caso, el color azul les sienta bien 
a los ejércitos franceses de todas las épocas.

En el transcurso de lo que quedaba del siglo XIII y el primer cuarto del XIV, la situación entre Francia e Inglaterra fue difícil: los ingleses apoyaban las rebeliones flamencas contra Francia; y los franceses, los intentos de Escocia para independizarse de Inglaterra. 

Por otra parte, los territorios ingleses en Francia fueron recuperados (excepto la Guyena) por los reyes franceses. Estos problemas políticos y territoriales no impedían ocasionales matrimonios entre las casas reinantes de ambas potencias.

La "orgullosa caballería de Francia". Que en Crécy y otros enfrentamientos del período, aprendió a ser menos "orgullosa".

Precedentes próximos
Y fue como resultado de aquellos "enjuagues matrimoniales", que al morir el rey francés Carlos IV (1328) sin descendencia masculina (la Ley Sálica impedía reinar a las mujeres), el rey inglés del momento, Eduardo III se creyó con derecho, como nieto de un anterior rey francés (Felipe IV), a heredar el trono. Le disputaban la cuestión, Felipe de Valois, nieto de Felipe III y Felipe de Evreux, marido de una hija de Luis X.

Pesadamente armados y protegidos por cotas de malla (reforzadas en algún caso por placas metálicas), su carga fue 
devastadora durante la mayor parte de la Edad Media. Hasta que a finales del período, se encontraron 
con ballestas, picas, el "long-bow y posteriormente, espingardas y arcabuces. 

Los barones de Francia sentaban finalmente en el trono (mayo de 1328) a Felipe de Valois, lo que significaba un cambio de dinastía en Francia; Carlos IV había sido "el último Capeto"; Felipe VI sería el primer "Valois". En 1329 Eduardo III se vio obligado a jurar vasallaje al nuevo rey francés, teóricamente, su "señor natural" por sus posesiones en Guyena. Esto elevó la tensión entre ambas monarquías.


Eduardo inició maniobras políticas para desvincular la Guyena del poderío francés y anular el vasallaje; como no obtuvo ningún éxito, planeó cómo perjudicar los intereses del francés. La oportunidad se le ofreció cuando Roberto de Artois se rebeló contra Felipe (1334) y se refugió en Inglaterra, donde fue acogido fraternalmente. 

Su protección de cabeza en el momento de Crécy era el denominado "gran yelmo" o "yelmo
de cimera", y no el "bacinete de hocico de perro", o "de visera" con el que con demasiada
frecuencia  se representa a los caballeros de este momento. El bacinete de visera 
no se generalizaría hasta alrededor de 1380.

Siguieron negociaciones con las ciudades flamencas para desestabilizar la región en perjuicio de Francia. Enterado Felipe VI, decidió enviar tropas para recuperar de una vez por todas, la Guyena. La respuesta de Eduardo al verse desposeído de sus tierras no se hizo esperar: se declaró automáticamente rey de Francia. Era la guerra abierta. Corría el año 1337.

También es cierto que bajo el "yelmo de cimera", podían usar pequeños bacinetes sin visera alguna, o capacetes de cuero, además
del almófar de malla. Estas protecciones interiores evitaban que el yelmo "se descolocase" y hacía más cómodo su uso.

Inicios de la Guerra y precedentes de Crécy
Fue Eduardo III quien inició acciones bélicas. Con varios ataques a Bretaña y Guyena consiguió un cuantioso botín, se apoderó de gran parte de la región y dejó patente que el rey francés no podía proteger a su pueblo. Pero esto fueron acciones de "poca monta", poco más que escaramuzas. El primer enfrentamiento importante, naval, en este caso, tuvo lugar en 1340. Fue batalla de Sluys ("La Esclusa" en la historiografía española), en las costas de Flandes, donde la flota inglesa destrozó a la francesa.


Las "cimeras" que dan nombre al yelmo, podían adoptar formas de animales, 
monstruos fantásticos, símbolos heráldicos... también podían adornarse 
los yelmos con alas, cuernos... 

En 1345, nuevamente un ejército inglés, al mando de Thomas Dagwosth, desembarcaba en Bretaña conquistando numerosas ciudades; en Guyena, era el Conde de Derby, quien ampliaba las fronteras del ducado a costa de tierras francesas. Felipe de Valois decidió adoptar una postura de fuerza: en mayo de 1346 conseguía reunir un considerable ejército y pasar a la contraofensiva, arrebatando varios puntos a los ingleses. 

Detalle de la foto anterior.

Fue ahora Eduardo III quien movió sus piezas: el 12 de julio de 1346, desembarcaba en la costa normanda (en Saint-Hogue, específicamente), con un ejército poco numeroso, pero efectivo y avezado en batallar contra escoceses e irlandeses. Tomó Caen y consiguió avanzar sin oposición, sembrando el pánico a su paso, por la Baja Normandía hasta llegar al río Sena, junto a la aldea de Poissy. Su intención era llegar al mismo París.

Sus caballos de guerra (destriers), solían ir protegidos con gualdrapas de cuero 
cubierto por telas decoradas con motivos heráldicos. Bajo ellas podían portar 
protecciones de cota de malla.

Pero estando en Poissy, le llegaron noticias de que el enorme ejército francés (ahora reforzado) se aproximaba en su busca. Eduardo sabía que no podía enfrentar semejante fuerza en campo abierto, así que se dirigió al norte, cruzó el Somne (por un vado, los puentes habían sido destruidos) y entró en la región de Picardía.

Pero todas las protecciones citadas, no eran suficiente defensa para detener un 
virote de ballesta o una flecha de arco largo a media distancia.

- Crécy, la batalla -
En la mañana del 26 de agosto de 1346, Eduardo III estaba junto a una colina situada entre las ciudades de Crécy y Wadicourt, y avisado de que el ejército francés estaba a punto de alcanzarle, decidió esperar allí el inminente ataque. La colina estaba rodeada por campos de sembrado recién arados, lo que dificultaría las evoluciones de la temible caballería francesa, y contaba al noroeste con un bosque que protegería la retaguardia británica. Además, Eduardo dio órdenes para que el terreno fuese sembrado de estacas y se excavasen zanjas.

Ballesteros genoveses, mercenarios al servicio de Francia.

El ejército inglés formó en tres líneas: la del centro, sobre la colina, junto a un molino de viento, y ligeramente retrasada con respecto a las otras dos, comandada por el propio Eduardo; la de su derecha, dirigida por su hijo, Eduardo de Gales (conocido en la historiografía como El Príncipe Negro) y la de su izquierda, al mando de los condes de Arundel y Northampton. 

La ballesta del período podía alcanzar los 300 metros y perforar una cota de malla a 100. Su enorme desventaja 
frente al arco radicaba en su extrema lentitud de carga, que no permitía más de dos tiros por minuto.  

Cada línea contaba con un nutrido contingente de arqueros de arco largo, el "arma secreta" inglesa, que aún no había mostrado ampliamente su poder en tierras continentales. Formaciones de peones con armas de asta protegían a los arqueros. Los caballeros recibieron órdenes de combatir a pie. En el extremo derecho, Eduardo situó tres bombardas  facilitadas por sus aliados flamencos. Y esperó.

Habitualmente, durante el proceso de carga se protegían tras un pavés. Desgraciadamente, en Crécy, no pudieron contar 
con tal defensa, como detallamos en el texto general.

Durante la espera, cayó una torrencial lluvia que embarró el terreno, que si ya era difícil para la caballería, ahora lo sería más. Cuando los primeros contingentes del ejército de Felipe VI llegaron a Crécy, pasaba el mediodía y el sol estaba tras los ingleses. Además, los infantes llegaban cansados por la marcha forzada anterior.

La primera línea de batalla francesa en Crécy: ballesteros y caballería feudal.

El ejército de Felipe VI tenía su mejor arma en la caballería feudal: miles de jinetes nobles protegidos por recios yelmos y cotas de malla, montados en grandes caballos igualmente protegidos. También contaba Felipe con un contingente de mercenarios genoveses, hábiles ballesteros. Y luego estaba la masa de infantería, peones que, o bien bien habían sido alistados en levas recientes, o bien formaban parte de los ejércitos feudales de los nobles franceses o de los aliados extranjeros. El ejército francés superaba con mucho en número, al inglés.  

Hombres con armas de asta ("voulgues" o gujas, en este caso). Mal llamados 
alabarderos  en muchas ocasiones. 

Felipe propuso posponer el ataque para el día siguiente: el ejército habría llegado al campo en su totalidad, el terreno estaría más seco, los peones más descansados y el sol de la mañana en los ojos de los ingleses. Pero los caballeros (la "orgullosa caballería francesa"), no estaban por la labor de demorar el ataque, y menos cuando enfrente tenían (según ellos) una masa de infantes desharrapados.

Solían formar junto a los ballesteros, para protegerles de una
excesiva proximidad de la caballería enemiga.

Así pues, se decidió un ataque inmediato; los ballesteros genoveses recibieron órdenes de abrir la batalla: avanzar hacia la línea inglesa y disparar. Habitualmente los ballesteros disponían de un gran escudo (pavés) que apuntalaban en el suelo (o apoyaban sobre un soporte) para protegerse durante el largo proceso de cargar su arma. En esta ocasión, los paveses estaban en los carros de suministro que aún tardarían en llegar al campo. Los jefes de los ballesteros protestaron y propusieron esperar la llegada de los paveses, pero sus protestas fueron ignoradas.

De estas ocho figuras, seis protegen su cabeza con una "celada"; las otros dos, usan una "barbuta"; ambos, tipos de cascos 
muy comunes en los últimos tiempos de la Edad Media.

Los genoveses, por tanto, avanzaron a la distancia de tiro y dispararon sus armas. La andanada fue contestada por otra de los arqueros ingleses. El problema (para los ballesteros) era que mientras ellos podían disparar dos virotes por minuto, un arquero podía soltar doce flechas en el mismo tiempo. La conclusión es clara: antes de que los ballesteros hubiesen tenido tiempo de recargar su arma, habían sido diezmados por varias descargas de la arquería inglesa. Y cuando la línea de ballesteros comenzaba  a desmoronarse, una andanada de las bombardas inglesas terminó de ponerlos en fuga.  

La "masa" de peones de infantería. Procedentes en parte de la leva que había hecho recientemente Felipe VI. 

Los sobrevivientes se retiraron aterrados hacia su campo. Y se encontraron con que la primera línea de caballeros, incapaz de esperar más, cargaba impetuosa y orgullosamente contra los ingleses; muchos de los infelices ballesteros fueron arrollados por los caballos. Los jinetes, impertérritos, continuaron su fiera carga. Pero si el arco largo inglés tenía una tremenda cadencia de tiro, como hemos visto, también tenía un alcance considerable (hasta 300 metros con un tiro efectivo entre 150 y 200) y un gran poder de penetración.

Destaca aquí un sargento tocado con el casco conocido 
como "chapel de fer" (=sombrero de hierro).

La carga de la "orgullosa caballería francesa" fue detenida, diezmada... humillada. Después de esa primera carga, los caballeros se reagruparon y lo intentaron una vez más: otro fracaso. Otros grupos de caballeros se unían a nuevas oleadas de ataque; siempre con el mismo resultado: una lluvia de flechas (aproximadamente 96.000 por minuto) caía sobre caballos y jinetes rompiendo su ímpetu. Hasta dieciséis cargas diferentes intentaron los franceses sin ningún éxito.


En el campo intermedio, una barahúnda de caballos y jinetes muertos o heridos dificultaba el acceso a las nuevas cargas, y entre andanada y andanada de arquería, grupos de peones salían de las líneas inglesas para rematar a los caídos.

 Una de las cargas francesas, sorteando flechas, zanjas y estacas, consiguió llegar hasta la línea mandada por el Príncipe Negro, que en su inexperencia (tenía 16 años) mandó un mensajero a su padre pidiendo ayuda. Pero el rey, tras asegurarse de que su hijo no estaba herido y de que la situación no era grave, contestó: "Que el muchacho se gane sus espuelas". Lo que equivalía a decir: "Que se gane el ser nombrado caballero". 


Felipe VI ordenó, en última instancia, un avance general del ejército, pero con excepción de algunas divisiones disciplinadas, las tropas se dispersaron ante nuevas andanadas inglesas, y huyeron. El resto pudo retirarse en orden dispersándose más tarde. Mientras tanto, parte de las tropas francesas aún estaban de camino a Crécy.


Al caer la noche, dando la batalla por perdida, Felipe VI dio orden de retirada. Dejaba en el campo diez mil franceses muertos; entre éstos, la flor y nata del reino: el conde de Flandes, Luis de Nevers, Juan de Bohemia, el conde de Alençon, hermano del rey... los ingleses contaron unas 150 bajas. 

Al retirarse los restos del ejército francés, Eduardo III bajó de la colina para abrazar a su hijo, que fue armado caballero al fin de la jornada. Felipe VI pasó esa noche con una escasa comitiva, en un castillo próximo, rumiando su derrota.  


- Consecuencias -
Políticamente, Eduardo no pudo sacar mucho partido de su inesperada victoria. Su ejército estaba cansado tras los meses de campaña y en gran parte, enfermo  (disentería), así que no pudo llegar a París como pretendía. Sí consiguió, sin embargo, en el camino de vuelta, conquistar Calais, plaza que Inglaterra mantuvo como punto de embarque continental hasta 1558.

En los años siguientes a Crécy, fueron constantes las operaciones inglesas de saqueo y destrucción en el norte de Francia, producto tanto del sentimiento de superioridad inglés tras la victoria, como del de inferioridad francés por la derrota. Vendrían después nuevas victorias inglesas en Poitiers y Agincourt; y la guerra continuaría con clara ventaja británica, hasta los días en que Juana de Arco levantó el espíritu de sus compatriotas y los avances en artillería se pusieron del lado francés. La Guerra de los Cien Años terminaba en 1453 con clara victoria final de Francia, que conseguía expulsar a los ingleses de su país.

El ejército completo. 23 peanas.

En lo militar, con el precedente de Courtrai (1302), donde los piqueros de las milicias flamencas habían destrozado a la caballería francesa, fue Crécy el exponente claro de que una infantería disciplinada y con armas apropiadas, podía vencer a la antaño invencible caballería pesada. El asunto se confirmaría en Poitiers (1356) y Agincourt (1415), ambas nuevas victorias inglesas; y posteriormente, con el uso de incipientes armas de fuego, en Ceriñola (1503), donde los españoles (con contingentes italianos y alemanes), al mando de "El Gran Capitán" aplastaban de nuevo a la caballería francesa.

El Arte de la Guerra cambiaba de protagonista: con la llegada del Renacimiento, la Caballería cedía su papel a la Infantería. 


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Para ver el ejército inglés en Crécy, pinchad aquí -


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Las figuras son de Essex Miniatures, 15mm


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