Entre las gloriosas gestas que llevaron a cabo los Tercios Españoles desde su fundación oficial en 1534, bajo el emperador Carlos V, hasta su transformación en regimientos por Felipe V en 1704, hay grandes hechos de armas; hechos muy conocidos, cantados e incluso pintados, por ejemplo: Pavía, Mühlberg, San Quintín o Nordlingen; escenarios donde quedaron patentes el valor y la entrega de los soldados españoles.
Sin embargo, existieron otros eventos, igualmente gloriosos, que hoy están prácticamente olvidados y que convendría recordar, porque aunque no siempre tuviesen un final victorioso, sí dejaron constancia de la eficiencia militar y fortaleza moral de los Tercios españoles y explicitan claramente por qué fueron la mejor unidad militar mundial durante más de siglo y medio. Uno de aquellos eventos en riesgo de olvido, fue (y es) el Sitio de Castelnuovo. Dediquémosle unas líneas.
Corrían los tiempos en que el Mediterráneo se había convertido en escenario del enfrentamiento de dos grandes potencias: por un lado, el Imperio Otomano, que bajo el mandato del Sultán Solimán el Magnífico (1520-1566) había comenzado una gran
expansión hacia el Oeste, de otra parte, las fuerzas de la Cristiandad, que intentaban contener el avance turco a cualquier precio.
Y si bien el avance por Europa central se había detenido a las puertas de Viena (lo que marcaba el punto más occidental de las conquistas otomanas), en las aguas del Mediterráneo Oriental, una victoriosa campaña capitaneada por Barbarroja, almirante de Solimán, había conquistado extensos territorios y amenazaba el comercio de Europa con Oriente.
Y en 1538, a instancias del Papado, se formaba la Santa Liga (una de las varias ocasiones en que se formó una alianza de este nombre), que unía al propio Papado, a Venecia, al Imperio Español y a la Orden de Malta. La primera acción de la Armada aliada, al mando del genovés Andrea Doria, al servicio del Emperador Carlos, fue atacar la flota de Barbarroja junto a Préveza, en la costa oriental del Adriático, acción que, tras una mala gestión, terminó con la retirada de la flota cristiana de la zona, lo que significaba una derrota táctica y que de hecho, afianzó el poder otomano en el Mediterráneo Oriental durante muchos años.
La flota cristiana se dirigió después, remontando el Adriático, a la ciudad de Castelnuovo, en la costa de lo que entonces se denominaba Dalmacia, que más tarde sería parte de Yugoslavia y que hoy forma parte de la república de Montenegro, con el nombre de Herceg (o Herzeg) Novi. Se trataba de una ciudad con cierta importancia comercial y contaba con una imponente fortaleza. Allí, tras un intenso bombardeo naval, la guarnición turca se rindió y la Santa Liga ocupó la fortaleza.
Se decidió dejar de guarnición un Tercio español formado por varias compañías de diversas procedencias, a las órdenes de Francisco Sarmiento de Mendoza. La unidad fue bautizada para la ocasión como "Tercio de Sarmiento" (según otros, "Tercio de Castelnuovo"). Se trataba de un contingente de unos 3.500 hombres, que contaban con una unidad de caballería ligera y con algunas piezas de artillería.
Tras la ocupación de Castelnuovo, latía el proyecto, planeado para el año siguiente, de emplear la plaza como punto inicial de un ataque al poderío otomano en la zona de los Balcanes. Pero tal proyecto nunca vería la luz, porque la Alianza de la Santa Liga, tras discusiones que sería prolijo detallar, se desvanecía; la flota aliada volvía a sus bases, y la guarnición española quedaba abandonada allá... en "laventalapuñeta".
El Maestre de Campo Sarmiento, reforzó las defensas de la fortaleza y envió peticiones de refuerzos que no encontraron eco. Y en julio de 1539, Solimán, que no podía permitir aquella "espinita" clavada en sus dominios, envió a Barbarroja con 200 barcos y 20.000 soldados por mar, mientras por tierra, otro ejército de 30.000 hombres al mando de Turgul Reis, se acercaba a Castelnuovo. En total, 50.000 otomanos iban a caer sobre un Tercio español de 3.500 hombres. Barbarroja lo veía muy fácil...
Pero las primeras tropas turcas de avanzadilla que desembarcaron en la mañana del día 12 de julio, fueron desbaratadas por una carga de caballería apoyada por una compañía de arcabuceros y obligadas a reembarcar. La tarde del mismo día, un nuevo desembarco fue rechazado por el mismo Sarmiento al mando de varias compañías de los Tercios. Los turcos dejaron cientos de muertos en la playa y huyeron a sus naves, que ya no abandonarían hasta que el día 18, el mismo Barbarroja llegaba a Castelnuovo con sus barcos y el resto de las tropas, al tiempo que el ejército terrestre lo hacía por el Este.
Los españoles, viéndose atacados en una proporción de 14 a 1, se parapetaron en la fortaleza. En días sucesivos los asaltos fueron sistemáticamente rechazados por los arcabuces y ballestas del Tercio y cuando en raras ocasiones, se llegaba al cuerpo a cuerpo, las espadas, alabardas y dagas cristianas se imponían a los alfanjes musulmanes. Pero ello no impedía que las trincheras de aproximación a la fortaleza fuesen acercándose cada día más, con lo que la artillería otomana iba siendo progresivamente más certera y mortífera.
Y una noche, varias compañías abandonaron la fortaleza y organizaron una "encamisada". Una encamisada (por si alguien lo ignora) era una acción nocturna en la que los soldados españoles, vestidos con camisas blancas sobre sus corazas o coletos de cuero (para distinguirse entre ellos en la oscuridad), caían sobre los campamentos adversarios organizando simpáticas degollinas a la luz de la luna. Cuando los adormilados enemigos se daban cuenta de que estaban siendo atacados, ya tenían una vizcaína en la garganta.
Barbarroja, viendo que "aquello" le iba a costar muchos más hombres de los que había supuesto en principio, ofreció a los españoles una rendición honrosa: se les permitiría abandonar la plaza portando sus banderas y sus armas (excepto piezas artilleras), se les facilitaría el regreso a España y se les entregaría una recompensa en metálico.
Sarmiento, tras consulta con sus capitanes respondió que sus hombres preferían morir al servicio de su Dios y de su Rey, "...y que vuesas mercedes viniesen cuando quisieren". Tras esto, Barbarroja, indignado, ordenó durante varios días un bombardeo sistemático y continuo de la plaza.
El día 24 de julio, por fin, Barbarroja detuvo el bombardeo y mandó al asalto a sus tropas encabezadas por los famosos jenízaros, que al llegar a las humeantes ruinas, sufrieron en sus carnes la "furia española"; este día y el siguiente, costaron 6000 bajas a los otomanos, a cambio de unos 100 españoles caídos.
El día 26, los españoles, no dispuestos a estarse quietecitos mientras los artilleros turcos hacían pruebas de puntería contra sus posiciones, realizaron una nueva encamisada, en la que unos cientos de hombres produjeron mil bajas a los turcos, provocaron un gran caos nocturno en el campamento otomano e incluso hicieron que la guardia personal de Barbarroja le hiciese abandonar su tienda y refugiarse en las naves.
Mapa de Google Earth, con una vista de la Europa actual, donde hemos destacado
la situación de Herceg Novi, antigua Castelnuovo.
Pero los bombardeos continuaban. Llegó un momento en que apenas 600 españoles seguían en pie entre las destrozadas ruinas. Los días 4 y 5 de agosto se produjeron sendos asaltos generales que fueron rechazados, si bien, los defensores eran cada vez menos y el terreno que defendían iba menguando metro a metro. Luego, el 6 de agosto, una intensa lluvia dejó inservible la pólvora de los arcabuces y las cuerdas de las ballestas. Espadas, dagas y alabardas serían ahora sus únicas armas.
Y el día 7 de agosto de 1539, el último ataque otomano, en una proporción que hacía imposible la defensa, consiguió imponerse a los aproximadamente 200 españoles que habían sobrevivido, la mayoría heridos. Una parte de ellos fueron decapitados, el resto, apenas un centenar, enviados como galeotes a Constantinopla.
De un Tercio de 3,500 hombres, habían quedado vivos 100, lo que representa 3.400 muertos, pero durante los 27 días que les llevó la toma de Castilnuovo, los otomanos sufrieron 20.000 bajas (1). Y si echamos cuentas, veremos que cada muerto español les costó a Solimán y a Barbarroja, prácticamente seis de los suyos. Muy cara resultó la operación de Castelnuovo para los musulmanes.
(1) En la clásica "guerra de números" que siempre surge en estos temas, se contemplan cantidades muy variadas en torno a la cantidad que indico, que está elegida en función de alejarse de los extremos.
En 1543 el emperador Carlos firmaba una tregua con Solimán y el Mediterráneo Oriental quedaba en calma momentáneamente. Pero los intentos de expansión turca continuarían hasta que en 1571 una nueva Liga Santa liderada por el hijo de Carlos, Felipe II, los frenaban en Lepanto. Pero aún cuando la expansión se detuvo, el Mediterráneo Oriental sería aún durante muchos años una posesión otomana.
Volviendo a los supervivientes del Tercio de Sarmiento: En 1544, como en una película hollywoodense "de época" en la que los españoles (por una vez) fuesen "los buenos", un grupo de cincuenta galeotes supervivientes del Tercio de Sarmiento, se rebelaron contra sus captores en Constantinopla, se apoderaron de su galera y a bordo de ella arribaban al puerto de Mesina en Italia, donde relataron su historia y desde donde empezó a extenderse su leyenda.
Y aquí estamos, casi quinientos años después, contribuyendo en nuestra humilde medida, a mantener vivo su recuerdo. Soltemos un latinajo que siempre queda bien: "Pugnamus contra oblivionem" y pasemos a otro asunto. ;)
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La figura es de: "Miniaturas La Coraza"
(54mm, plástico)
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