Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

Mitos Griegos: el Amor, el Vino, el Infierno


Hace algún tiempo, publiqué dos entradas dedicadas a "los dioses olímpicos": una dedicada a los varones y otra a las féminas (aquí y aquí). Las figuras que utilicé para ello, se comercializaban en blísters de cinco unidades; la marca fabricante "no entraba" en el tema de si las divinidades eran olímpicas o no. Así que una vez apartadas las doce figuras que sí lo eran, quedaban sin pintar ni publicar estos tres dioses, que aunque no fuesen olímpicos (según las listas más respetadas), sí tenían entre los griegos gran relevancia, por cuanto se hacían cargo de cuestiones tan trascendentes como el Amor, el Vino y el Infierno. Por fin he tenido tiempo y ocasión para ponerme con ellos. 


- Eros (Cupido) -
Dios del amor y el deseo sexual. En la tradición más extendida, Eros es hijo de Afrodita (Venus), diosa de la Belleza y del Amor, y de Ares (Marte), dios de la Guerra. A poco de nacer, Zeus (Júpiter), previendo los males que el pequeño podría causar, ordenó a su madre mantenerlo alejado de los dioses y abandonarle en un espeso bosque, donde vivió un tiempo en compañía de lobos y leones, por lo que creció como un muchacho ágil y fuerte, pero también salvaje y cruel.

Heredó la belleza de su madre y el ardor guerrero de su padre; y cuando más tarde fue admitido entre los dioses, formó parte del séquito de Afrodita, que le regaló un arco y un carcaj de oro, juntamente con dos tipos de flechas que tenían diferente poder: las de punta de oro conferían el amor, las de punta de plomo, el odio.

Se convirtió en una deidad temible, porque nadie, ni dioses ni hombres, eran inmunes a sus caprichosos tiros. Sus acciones le enfrentaron en numerosas ocasiones a su hermano Anteros; y es que Anteros ("anti-eros"), deidad poco conocida, tenía como misión vengar a los amantes desdeñados.



 Hijos también de Ares y Afrodita fueron la fémina Harmonía, que representaba la Concordia y los varones Hímero (personificación del deseo sexual), y los gemelos Phobos y Deimos (el miedo y el temor), que acompañaban a su padre en el transcurso de las batallas y que dan nombre hoy a las dos lunas del planeta Marte.

La figura de Eros que prosperó en la Grecia Clásica, así como en Roma, fue la de un muchacho alado (porque el amor es, o puede ser, volátil), a veces con una venda tapando sus ojos (porque "el amor es ciego", dicen) y provisto de arco y flechas. 

Pero con anterioridad a los tiempos clásicos, había existido otro Eros, oscuro e invisible, que podríamos denominar "cósmico". Según cuenta Hesíodo en su "Teogonía", este "otro Eros", habría nacido del Caos primigenio, y mediante su influencia se habrían unido Érebo (las tinieblas primordiales) con Nicte o Nix (la noche), y Urano (el Cielo) con Gea (la Tierra). Este Eros representaba una de las fuerzas primigenias del Universo, la atracción entre las especies y el equilibrio del Cosmos.

Volviendo al Eros clásico, el mito relativo a sus andanzas más representado por la posteridad, tanto en poesía como en pintura, fue su aventura amorosa con Psique o Psiquis (relatada por Apuleyo en "El Asno de Oro"), que no vamos a detallar aquí por extensa, pero de la que podemos decir que dio origen a la bonita historia de "La Bella y la Bestia".


- Dioniso (Baco) -
Dios del vino y de la vid; fue hijo de Zeus y de la humana Sémele, hija de Cadmo  (fundador y rey de Tebas). El nacimiento de Dioniso es de los más "traumáticos" que podemos ver en la Mitología Griega: Estando su madre embarazada de él, exigió a Zeus mediante juramento, que se presentase ante ella con todos los atributos de su divinidad. Cuando el dios, obligado por tal juramento, apareció rodeado de rayos, relámpagos y con el estampido de mil truenos, Sémele murió instantáneamente, abrasada. Zeus retiró del vientre de su amante al pequeño Dioniso y lo introdujo en su muslo, de donde nacería más tarde.
  
Dioniso, en origen un semidiós (fruto de la unión de una divinidad con un humano), y por tanto mortal, fue por orden de su padre, convertido en inmortal y criado en Beocia por las ninfas de las montañas de Nisa; posiblemente su nombre derive de esta zona: Dioniso = Dios de Nisa. Más tarde,  participó en la lucha de los dioses contra los gigantes, combatió con las amazonas y con los piratas del Tirreno. En sus viajes llegó a Frigia, donde la propia diosa Rea (Cibeles) le introdujo en los misterios de su culto y en el cultivo de la vid. Se dedicó desde entonces a extender por el mundo tales conocimientos y se dice que llegó hasta la India.

Por el camino hacia y desde la India se le fueron uniendo numerosos seguidores y cuando regresó a Grecia para extender tanto el cultivo de la vid como su propia adoración, se hacía acompañar por un nutrido séquito en el que destacaban las "ménades" y los "sátiros". 

Las ménades, conocidas en Roma como Bacantes (seguidoras de Baco), eran mujeres que amando el vino, el éxtasis que conllevaba y los excesos en que terminaban las fiestas que se organizaban en honor del dios, le seguían fielmente por doquier. En alguna ocasión despedazaron a quienes osaron oponerse al culto de su admirado dios.


Los sátiros, originalmente representaciones de la naturaleza salvaje, poseían patas y cuernos de cabra, un apetito sexual insaciable y amaban el vino por encima de toda medida. Los sátiros seguían a Dioniso porque sabían que por donde pasara el dios, abundaría el vino y el jolgorio sexual. Representantes conocidos de esta raza fueron Pan y Sileno.

El culto a Dioniso parece haber tenido origen en Tracia, de donde pasó a Grecia. Aquí, la adoración al dios pronto se convirtió en una serie de ritos mistéricos, enlazando con los misterios eleusinos dedicados a Deméter y Perséfone (Ceres y Proserpina). El momento cumbre de las celebraciones dionisíacas, denominadas bacanales, llegaba cuando una vez ebrios todos los asistentes y perdida toda noción de mesura, los participantes se diseminaban por los montes cercanos para yacer indiscriminadamente con hombres o mujeres. Las Bacanales tuvieron una larga historia en Roma.

Pero también es verdad, que el culto a Dioniso dio lugar a otra actividad más civilizada y más "sobria". Las representaciones públicas de los hechos del dios,  dieron lugar a los orígenes del Teatro. La Tragedia, uno de los principales géneros de la literatura griega y el primero que se representó teatralmente, deriva su nombre de "Tragos", palabra griega que significa "cabra", animal consagrado al dios por su semejanza con sus acompañantes, los sátiros. Y el primer teatro construido en Atenas fue dedicado a Dioniso.

La esposa de Dioniso fue Ariadna, a la que encontró en la isla de Naxos, donde había sido abandonada por el héroe Teseo. Los atributos de Dioniso fueron el racimo de uvas y el tirso (báculo coronado con una piña y rodeado de hojas de hiedra), símbolo fálico utilizado en sus ceremonias. Animales dedicados: tigres, leones, panteras, cabras y delfines.


- Hades (Plutón) -
Tras vencer en las Guerras contra Titanes y Gigantes, los hijos de Cronos y Rea (o Saturno y Cibeles), se repartieron el mundo: Zeus se quedó el cielo y la tierra; Poseidón, los mares y océanos; a Hades le correspondió la parte menos apetecible: el inframundo, las profundidades infernales, morada de los muertos.

Tal morada se situaba en los primeros tiempos allende el Océano (Odisea, canto X, 504), sin embargo, mitos y tradiciones posteriores lo situaron definitivamente en el centro de la tierra. Su acceso tenía lugar por varios puntos, a través de cavernas próximas a zonas volcánicas o cruzando ríos de curso parcialmente subterráneo. De éstos, el más invocado por los poetas fue el Aqueronte.

Los muertos, guiados por el dios Hermes, llegaban al Aqueronte, en cuyas orillas  debían esperar a que Caronte, el barquero, les cruzase al otro lado. Quienes no podían pagar al barquero, deberían vagar por la orilla durante cien años. Por este motivo, los griegos cuidaban de colocar bajo la lengua de sus muertos un óbolo, precio del pasaje. Los que habían cruzado, entraban en la boca de una gran caverna donde vigilaba Cerbero, el perro de tres cabezas, que hacía fiestas y zalemas a los que entraban pero se transformaba en una fiera terrible si alguien pretendía salir.

Después llegaban al tribunal de Minos, Eaco y Radamanto, legendarios reyes que Hades había instituido como jueces de los muertos; éstos, tras el juicio, serían destinados según sus acciones en vida a una u otra región de los infiernos. 

El nombre de Hades se aplicaba entre los griegos tanto al propio dios como a sus posesiones, aunque estas subterráneas regiones tuvieron otros muchos nombres: Tártaro, Orco, Érebo, Ténaro, Báratro, Averno... el Infierno, en definitiva. Pero el  infierno griego no era en su totalidad un lugar de pena y castigo.



Una de sus regiones era la conocida como los "Campos de Asfódelos", donde eran destinados la mayoría de los muertos, los que no habían sido ni especialmente piadosos, ni significativamente malvados. Otra zona, de gozo y descanso, eran los "Campos Elíseos", lugar asignado a los héroes y a quienes en su vida habían mantenido un comportamiento virtuoso y sabio; allí moraban entre otros, Homero y Virgilio. 

La parte más profunda y tenebrosa del inframundo, era el Tártaro propiamente dicho, donde penaban para toda la eternidad los grandes pecadores y quienes se habían rebelado contra los dioses: los Titanes, los Gigantes, Tántalo, Sísifo, Ixión... 

Cinco ríos discurrían por el Averno: además del citado Aqueronte, estaban el Cocito, el Flegetonte, el Leteo (cuyas aguas provocaban el olvido de lo terrenal), y el Estigia, que formaba una laguna sobre la que juraban los dioses. Divinidades que moraban en el Inframundo auxiliando a Hades eran: Las Parcas, Las Furias, Hipnos (el sueño), Tánatos (la muerte), La Discordia, La Venganza...

Otro nombre por el que los griegos conocieron al dios, fue Plutón, nominación que recogieron los romanos asimilándole a su "Dis Pater". El nombre de Plutón, significaba "el rico": si el oro y la plata se encontraban en las profundidades de la tierra, y Hades/Plutón las regentaba, nada más lógico que suponerle dueño de todas las riquezas del subsuelo. De la asociación de Plutón con las riquezas, y por extensión, con el dinero, toma origen la palabra "plutocracia".

Hades, pese a ser temido por el ser rey de los muertos y señor del Inframundo, no era en absoluto un dios malvado. Aunque en la visión cristiana, por su rol infernal se le equipara al mismo Lucifer, como le presentó Dante en su "Divina Comedia".



La esposa de Hades fue Perséfone (o Proserpina) a la que raptó dando lugar a una curiosa historia que dejé relatada en la entrada dedicada a las diosas olímpicas (en el apartado de Deméter). La pareja no tuvo hijos. Atributos de Hades son: la corona de ébano y el cetro terminado en horquilla de oro. Suele representársele portando una cadena de hierro o una gran llave, símbolos de que una vez dentro del Averno, es imposible salir. Sin embargo, hubo héroes que (auxiliados por los dioses) consiguieron entrar en el Averno y regresar al mundo de los vivos: Hércules, Teseo, Ulises, Eneas, Orfeo...

 Se sacrificaban a Hades animales negros, especialmente carneros o cabras. Su árbol dedicado fue el ciprés; y el ciprés todavía acompaña a los muertos en nuestros días. Son muchos los elementos que procediendo de la mitología griega acompañan nuestra vida cotidiana, aunque pocos lo perciban.


---oOo---


Las figuras, de Foundry Miniatures, 28mm (metal)


---oOo---